jueves, 27 de noviembre de 2014

Tharsis. Minería y otras ocupaciones. Y 3ª Parte.

   
  

De todas las ocupaciones desarrolladas en los poblados mineros al margen de la minería, hay una que ha destacado sobre manera, las agrícolas.
Ese interés por la agricultura estaba relacionado con la tradición vivida en nuestra comarca, donde una gran mayoría de la mano de obra empleada eran trabajadores del campo; antes que  mineros, guardafrenos, o se dedicaran a poner traviesas para el tendido del ferrocarril.
Esta querencia por el campo ya lo detectaron las compañías, cuando algunos trabajadores pedían ausentarse en la época de la cosecha  para ayudar en la siega a familiares que seguían trabajando la tierra.
En un terreno pobre, y empobrecido  aun más por la actividad minera, pocas posibilidades había para, entre jornada y jornada, dedicarse a lo que muchos sabían hacer: sembrar y cultivar.

Hubieron de esperar años a que la tierra se recuperara de los humos sulfurosos que desprendían las teleras, y que desde 1853 eran la forma habitual de beneficiar las piritas de Tharsis y la Zarza.
Ya lo relata Checkland en su libro sobre la Compañía de Tharsis, que una de las aficiones de los mineros eran la caza y cultivar la tierra en un trozo de terreno, un huerto, que les había concedido la empresa.
La Compañía de Tharsis desarrolló últimamente actividad agropecuaria, aunque esto fue en la etapa de Frederic Velge, siendo Carlos Strauss el director. Esta actividad llevada a cabo en la finca de la Tiesa, estaba dedicada al engorde de ganado vacuno y a la cría de ganado lanar. Anteriormente la empresa también ocupó a los obreros en tareas de reforestación, en el cabezo Madroñal entre otros.

Pero cultivar la tierra en los alrededores de los poblados se hizo posible por una serie de acontecimientos que desembocaron en la promulgación de un Real Decreto de 29 de Febrero de 1888, por el que se fijaba un plazo de tres años para que las compañías mineras dejaran de calcinar al aire libre. Aunque para RioTinto este plazo se prolongó hasta 1907, la compañía de Tharsis se adaptó a él en menos tiempo.
Esta polémica para nada afectó al otro centro, Corrales, ya que su cometido era de almacén para suministrar la exportación.
Los prolegómenos que desembocaron en la prohibición de calcinar para que la tierra se recuperara  y nuestros antepasado pudieran dedicarse a cultivar, son bastante conocidos, y  provocaron el luctuoso suceso conocido por el "año de los tiros" en RioTinto, el 4 de Febrero de 1888; pero si nos acotamos a la Compañía de Tharsis, a la que después se van a dirigir los mineros en demanda de los huertos, dos acontecimientos de lo más importantes, desde nuestro punto de vista, se han de tener en cuenta: 1º, el acuerdo del ayuntamiento de Alosno pocos antes, prohibiendo las calcinaciones a las compañías instaladas en su término, lo que afectaban a la Tharsis Sulphur y a la Mina de cobre del Alosno, o mina del Lagunazo, de Ernesto Deligny. Acuerdo que fue revocado a los pocos días por el gobernador de la provincia. Y 2º, el Juicio Civil celebrado en Alosno en Septiembre de 1888  contra estas compañías, por la denuncia que presenta Pedro Marín Blanco.

El juicio lo preside Francisco Limón Rebollo, y la denuncia se fundamenta en los daños que los humos sulfurosos de las citadas compañías provocan en su huerta de Valdeoscuro y en la dehesa de las Silgadas. Se reclamaba una indemnización de 980 reales. Son citados los directores: Alejandro Allan por Tharsis, cuyo representante era el letrado José María Monsalves; y Ernesto Deligny por la mina del Lagunazo, y que representaba Eduardo Díaz Gómez. Comienza el Juicio sin la comparecencia del representante del Lagunazo, lo que interpretamos como el último revés que recibiera Deligny para que el Lagunazo pasara a la Tharsis Sulphur,  y la modélica planificación urbanística del Alosnito acabara en la ruina que ahora conocemos.  Otro revés sufrido por la mina de cobre del Alosno, fue que el deseado ramal ferroviario Beja-Paymogo-Tharsis fuera rechazado por el gobierno, lo que entraba en los cálculos del Lagunazo para abaratar el coste del transporte.
El juicio termina condenando a las dos empresas, lo que abre la puerta para que se les plantearan otras denuncias por idénticos daños. La Tharsis Sulphur se fue adaptando a la prohibición, y la tierra a verse libre de nubes sulfurosas que provocaban la lluvia acida. Con esta recuperación aumentó el deseo de cultivar un trozo de terreno.

No menos trascendente para acabar con las calcinaciones fue lo sucedido en RioTinto, con la descarga de fusilería del regimiento Pavía contra la población allí concentrada, donde murieron un número de personas nunca aclarado por la empresa ni por las autoridades.
Una vez que la  tierra  se vio libre de teleras comenzó a recuperarse, y los obreros a plantearse la necesidad de trabajarla ayudando así en sus economías.
Se cursaron demandas a la Dirección para trabajar un pequeño huerto en esa tierra  que se estaba recuperando.  Empezaba con esta decisión la proliferación de los huertos  que todos conocemos, delimitados por toscos paredones y toscos cuchitriles donde recoger algunos aperos. Huertos que servían igualmente donde criar gallinas o cerdos.

En su construcción se utilizó mucho material que la empresa tenía en desuso: maderos, chapas, hierros, tejas, raíles, barrenas.  También en Talleres, o en la fragua, se fabricaron herramientas y utensilios como aperos agrícolas.
Se levantaron por todas partes: por los alrededores de la escuela Grande y bajo el vacíe, o junto a la carretera del cementerio. Cercanos al puesto de trabajo, a escasos metros de las viviendas, o en lugares de paso camino de casa;  para que una vez salieras de la mina, echases un rato cultivando o sembrando lo que dictaba la temporada. También había huertos en los alrededores de la estación y del dique Pino,  o subiendo al polvorín.
Y como ese interés por cultivar la tierra no se perdía, en épocas más recientes se fueron solicitando  otros por el Matadero, por el dique Grande, junto a la chimenea Gorda, o en la cañada de Santa Bárbara. Así, el interés que comenzó para contribuir a las economías domesticas, se seguía manteniendo en la jubilación hasta que el cuerpo aguantara.
FIN


jueves, 20 de noviembre de 2014

Tharsis. Minería y otras ocupaciones. 2ª Parte


En Tharsis no eran ajenos a estas incursiones cruzando el Chanza, ni tampoco otros pueblos situados más lejos de la frontera. Incluso el municipio de Paymogo tiene señalizado una “Ruta de los contrabandistas”, que tantas veces transitaron muchos de nuestros vecinos. Donde el cruce del río les provocaba, en ciertas épocas del año, mucho más temor que los propios “guardiñas”.

Una vez llegada la mercancía de Portugal había que entregarla a quienes la habían encargado, o venderlas, y en esta tarea destacaron sobre todo mujeres,  aunque sus refajos no siempre ocultaron el contrabando a la Guardia Civil. Mujeres que compaginaron la distribución de  productos importados, con los que se producían aquí, y que las conocimos por recoveras.

Eran estas, personas dedicadas a la recova. Principalmente a la compra de huevos para  su reventa. Personas que pasaron a ser reconocidas más que por un nombre o apodo, por dedicarse a la recova. Se decía así, antes que Juana: Juana la recovera, o María la recovera. 

Esta actividad empresarial, aunque pequeña, pensamos que tuvo su auge con la puesta en servicio del ferrocarril. Si en un principio la clientela debió de estar entre los propios vecinos, cuando pudieron llevar la mercancía a un mercado mucho más amplio y mejor cotizado, como era la capital, les supuso más dedicación y esfuerzo. Aprovecharon su desplazamiento para ofrecer a los clientes los productos traídos de Portugal, mayormente café.

Recorrían para ello  los cortijos cercanos para abastecerse de huevos frescos. Época aquella donde los habitantes de los cortijos vivían prácticamente del campo. Dedicados a la agricultura y a la cría de animales, que comerciaban con  los pueblos cercanos. También, y de esto tienen buenos recuerdos las personas mayores, horneaban un pan riquísimo.

Nuestras recoveras, después del acopio de huevos frescos en enormes canastos, que cuidadosamente colocaban entre pajas, iniciaban el pesado transponte. Unas veces entre fornidos brazos, otras sobre la cabeza que amortiguaban con un elaborado rodete.

Por muy cerca que se viviera de la estación, el recorrido habitual era bajar la cuesta de la Escuela Grande, atravesar la vía del tren que venia de Sierra Bullones, la “regola” de “agua grao”,  y subiendo  los escalones construidos de traviesas, enfilar por Vista Hermosa hasta la estación.

Quienes coincidíamos con las recoveras durante el trayecto veíamos su esfuerzo, compartido a veces con sus maridos que le acompañaban para coger el tren.

Una vez que nos acomodábamos en los asientos de madera de los coches, que se colocaban al final del convoy, teníamos que hacer hueco a los canastos repletos de huevos que sus portadoras cuidaban con mimo. Si hasta la estación llegaban sanos y salvos entre pajas, ahora había que protegerlos de movimientos más bruscos: el traqueteo y los arranques y paradas del tren.

Acabado el trayecto en el Puntal de la Cruz, pasajeros y mercancías salían a tropel para coger la primera canoa que nos llevara a Huelva. Las recoveras sabían bien que “el tiempo es oro”, y llegar antes a la Plaza suponía finalizar pronto y con beneficios el negocio.

Aunque este trasiego entre cortijos, estación, Huelva; no era previsible que corrieran ningún peligro, si acaso el que pudieran sufrir durante el trayecto en el ferrocarril, ocurrió una vez un percance que, aunque quienes lo vieron sin participar en él lo cuentan con cierta sorna, nuestras recoveras se llevaron un buen susto y perdieron su mercancía. Todo ocurrió por unos travesaños del muelle de acceso a las canoas,  quizás en mal estado,  o por un exceso de peso en un momento dado entre portadoras y canastos, que cedió la madera y cayeron varias al agua; perdiéndose parte de la mercancía en la marisma,  y parte embadurnando el cuerpo y vestido de las recoveras.

Pero quedó en eso, en susto, y en regocijo general en el pueblo cuando al regreso se comentó el incidente.

Y al igual que para otros menesteres, el tiempo, la modernidad y el desarrollo, acabó con estas emprendedoras amas de casa.

Continuará...




jueves, 13 de noviembre de 2014

Tharsis. Minería y otras ocupaciones. 1ª Parte


Cuando hablamos de la actividad minera desarrollada en Tharsis en el último siglo, nos viene a la memoria los distintos oficios que desempeñaban nuestros antepasados. Unos, relacionados directamente con lo que entendemos por extracción y exportación, que es a lo que se resumiría el trabajo de las compañías mineras. Pero otros muchos fueron necesarios para mantener la actividad principal y  la autosuficiencia a la que se vieron abocadas las empresas. 

Una evolución similar ocurría con la comunidad que se fue formando atraída por el trabajo en la mina. Algunas necesidades: salud,  educación, economato, ocio; se fueron cubriendo auspiciadas principalmente por las empresas. Otras fueron cubiertas por los propios habitantes para contribuir a la economía familiar, o por personas venidas de fuera que desempeñaron distintos oficios. Surgieron así, no solo comercios para abastecer todo tipo de productos, también tabernas y  bares, junto a otros profesionales que de forma más o menos declarada ejercían otros oficios: panaderos, zapateros, peluqueros, relojeros, modistas,  diteros, etc.  

Una comunidad en definitiva, dispuesta a prosperar y arraigar en un poblado minero utilizando su ingenio para la supervivencia.

Las dificultades agrícolas en una comarca como el Andévalo han venido impuestas por un terreno poco propicio y por una meteorología adversa, por ello, la llegada de empresas extranjeras, dispuestas a utilizar mano de obra para un recurso durante siglos abandonado, supuso un verdadero acontecimiento.

Pero la adaptación de los andevaleños al medio se remontaba mucho más atrás que a la llegada de Luciano Escobar o Ernesto Deligny. Adaptación que había pasado y pasaba por el contrabando, el estraperlo. Y donde nace una nueva comunidad con sus carencias y necesidades, allí prospera un comportamiento considerado habitual.

A pesar de las guerras mantenidas con Portugal, la cercanía de nuestros vecinos siempre ha permitido un intercambio de bienes a ambos lados de la frontera. Las necesidades eran detectadas por los contrabandistas para comerciar con los productos que tenían demanda en la parte española y, ahorrándose  los impuestos que gravaban su consumo, introducir ilegalmente  la mercancía  que vendían a precios inferiores al de mercado.

Este comercio de contrabando aunque ha existido desde siempre, en los periodos de crisis aumentaba el número de hombres y mujeres que ejercían de contrabandistas. Dos épocas cercanas de nuestra historia fueron de los últimos repuntes que lanzaron a los andevaleños a cruzar el Chanza y adentrarse en Portugal: la guerra civil y la segunda guerra mundial.

Pero si en la mayoría de los casos este comercio de menudeo entre una frontera y otra fuera una necesidad de supervivencia, también, estando bien organizado, podía contribuir a cierto grado de prosperidad.

José Antonio Gómez Marín, en un escrito de 2004, viene a relatar los comienzos de Francisco Limón Rebollo (alcalde de Alosno, diputado provincial,  y gobernador civil de Huelva) que, “enamorado de una prima ricacha del pueblo, (Bella Caballero Rebollo) hubo de buscar fortuna con las dificultades que presentaba para esa hazaña un pueblo que vivía prácticamente de la minería y del contrabando. Su ocurrencia fue, precisamente, “organizar” este tráfico inocente –hablamos fundamentalmente de contrabando de café y otros productos coloniales portugueses—con tan espectacular acierto que, en muy pocos años, la “empresa” pudo especializarse en la compra de concesiones mineras y en un negocio próspero que resultaría definitivo para la suerte de la familia: el arriendo de los “consumos”…”

Si bien quienes cruzaban el Chanza eran hombres, inclusos niños de 14 o 15 años, las mujeres se dedicaron más a su distribución una vez descargadas las mochillas repletas que venían de Portugal. Ellas entregaban los encargos o lo hacían llegar a la capital, y los mochileros a reanudar una nueva partida con nuevos encargos.

Como comenta Gómez Marín, eran principalmente mercadería de ultramarinos, siendo el artículo más demandado el café, que Portugal importaba de sus colonias, y entre nosotros tenia gran demanda, al igual que azúcar, o harina.


Continuará...

jueves, 6 de noviembre de 2014

Alosno en la memoria


Esta semana vamos a complacer a nuestros seguidores de Alosno, a quienes les habíamos comentado de publicar más fotografías de familiares y amigos.
La colección que manejamos, a veces nos resulta difícil saber sin son de Alosno, la Puebla, las Cruces, o algún otro pueblo.  Cuando aparecen distintas vistas del Paseo, o los bancos de hierro tan característicos, no es complicado; pero otras veces no es fácil saber  en qué lugar están tomadas. Después de  50 años, si no reconoces a las personas no sabes a donde pertenecen.
Aquí os dejamos el vídeo que hemos montado con parte de las fotografías.
Que os guste, es nuestro deseo.