Como habíamos
anunciado, os dejamos nuestra opinión
sobre los hallazgos del cabezo Juré.
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La importancia de
estos descubrimientos arqueológico vienen a constatar la hipótesis que la
minería en esta parte de la península Ibérica se desarrolló, digamos, de forma
autónoma por los primeros pobladores. Que no fueron otros pueblos que
importaron la actividad minera a esta zona del Andévalo. Según este trabajo del
profesor Nocete, las pruebas de datación con carbono 14 situarían estos
restos unos 2500 años antes de la era Cristiana. Si a esto añadimos, por
la interpretación de los hallazgos, que la comunidad que habitó en el cabezo
Juré estaba especializada en la producción metalúrgica, para la que
tenían que dominar la construcción de hornos y crisoles, donde
alcanzar altas temperaturas para la fundición; estamos pues constatando, uno de
los emplazamientos más antiguos de la prehistoria dedicado a la producción de
cobre. Este grado de especialización lo confirma el hecho de dejar desatendida,
o con menos dedicación, otras labores más primarias como las agrícolas o
ganaderas, que suplían con la caza.
La vida de esta
comunidad debió estar estructurada en gremios o grupos de actividad
determinada: mineros, artesanos, comerciantes, ejército, etc. Igualmente, por
los hábitos alimenticios, se detecta un importante consumo de productos traídos
de zonas costeras, que encarecerían su valor por el traslado a tanta distancia.
Su sistema
defensivo ayudaría, tanto a preservar sus instalaciones, como a repeler los
posibles ataques de otros pueblos para
procurarse quizás sus riquezas o sus conocimientos.
Este trabajo y
otros más recientes que se han acometido, según nos informa el profesor Nocete,
ponen de manifiesto que el poblamiento del cabezo Juré y su dedicación más
especializada a la minería, es, no ya el comienzo más remoto de nuestra
tradición minera, que a partir del siglo XIX encaminó a Ernesto Deligny a
investigar los “grandes escóriales del Alosno”; si no que contradice las
hipótesis que apuntan a los orígenes fenicios de la minería en nuestra
provincia, y que durante el periodo romano alcanzó su máximo apogeo. Se
adelanta, según esos datos, en unos 2000 años a la fundación de la más
importante colonia fenicia en España, Gadir (Cádiz).
A la llegada de
fenicios y griegos, nuestros antepasados más remotos ya eran expertos
metalúrgicos, comerciantes o constructores, y consiguieron un aceptable
bienestar para la comunidad en la que vivían.
No sabemos si la
desigualdad que se parece apreciar entre sus habitantes, por el acceso
restringido a ciertos productos importados, estaba impuesta por quienes ostentaban
el poder en la comunidad.
Si verdaderamente
gravoso es sostener una actividad metalúrgica, para solamente satisfacer el ego
y el estatus de una parte de esa sociedad, y no en una actividad comercial más,
intercambiando lo que se produce por lo que se necesita; cabe pensar, lógicamente, en el trabajo en esclavitud.
Puede que el
recinto amurallado marcara la separación entre esclavos y amos, pero llegar a
esta conclusión exigiría conocer el tipo de trabajo que realizaban los mineros;
porque si lo único que se espera de un esclavo es cumplir las órdenes de los
capataces, difícilmente se podía comprobar su cumplimiento en oscuras galerías
o socavones. O tenían otro aliciente, o controlar su trabajo en la oscuridad
era un propósito más que difícil.
No sucedería lo
mismo en los trabajos de acopio, elaboración y exportación, que bien se pueden hacer a plena luz del día y
a punta de látigo. También pudiera ser, que la actividad propiamente de
contramina la realizara otro poblado de las inmediaciones. Y que esa prospera
comunidad del cabezo Juré desapareciera, o se trasladara de lugar, por el
simple hecho de no disponer del necesario combustible para su
"industria" a un coste que le resultara rentable.
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