Para
comentar estas fotos hemos intentado ponernos en contacto con los
protagonistas, pero solamente lo hemos conseguido con Manuel Fernández, quien
ha accedido a enviarnos un escrito.
Una
de las fotos ya la publicamos en el reportaje dedicado a (Tomás "El Tocino", reportero gráfico de
Tharsis)
Igualmente,
con otro escrito os relatamos parecida experiencia en los años 60.
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Las
dos fotos son muy entrañable para mí: una de ellas está en el blog de amigos de
Tharsis y ya la había visto; pero la segunda (la menos poblada) no la había
visto desde hace mucho tiempo. Fue una de tantas visitas al Seminario Salesiano
de La Palma del Condado allá por el 1962, cuando esperábamos a nuestros padres
y hermanos en esos domingos tan ansiados y deseados al mismo tiempo, tratando
de adivinar ese paquete y su contenido que con sacrificio y en prueba de su
cariño te dejaban. Éramos unos críos y no comprendíamos todo ese esfuerzo, "ese
viaje tan largo desde Tharsis, el retardar la vuelta lo más posible, el querer
estar contigo todo el día...Ahora apreciamos todo aquel cariño y desvelo".
(No quiero pecar de extenderme más en mi comentario, pero las emociones y
sensaciones de aquellos años darían para llenar toda una plana).Deciros que
después de los Salesianos de La Palma, pasé al Seminario Diocesano de Huelva, donde
me reencontré con más "paisanos" de Tharsis. Fue para mí una época
muy agradable e inolvidable. Un abrazo.
Manuel
Fernández Delgado
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Estas
son de las fotos que resultan simpáticas y entrañables. No porque formen parte
de nuestra “historia local”, también por su carga de expresividad. Las
familias unidas a los protagonistas; que no eran otros que los hijos, hermanos,
primos y nietos, que estudiaban internos en el Seminario.
Tiempos aquellos en
los que realizar estos deseados encuentros exigían planificar el viaje:
Contratar a quienes en Tharsis se dedicaban al transporte de viajeros, empaquetar
las compras hechas en el Economato para regalar ese día, intentar persuadir a
la abuela que se quedara en casa porque el viaje le podía sentar mal, y decirle
a más de un familiar que ya no quedaban plazas libres en la furgoneta.
Después
de la alegría del reencuentro y la visita por algunas de las dependencias,
venía la foto para el recuerdo, donde todos querían aparecer pero sin robar
protagonismo a los "héroes" de ese día.
Para
quienes hemos estado en colegios
internos en nuestra juventud, no
había mayor alegría que cuando pronunciaban nuestro nombre por la
megafonía seguido de la frase: "tiene visita".
Esos
altavoces, similares a los que veíamos en las tómbolas de los feriantes que se
instalaban por la "Velada", repicaban la misma música todas las mañanas para levantarnos de
las literas en las que dormíamos. Canciones que, de tanto repetidas, aun las recordamos. (En mi caso Jorge Negrete).
Pero escuchar nuestro nombre era parar inmediatamente lo que fuera y redoblar
nuestra atención, si la palabra siguiente era ¡visita! ya sabíamos hacia donde
salir corriendo.
Ir
a Huelva a principio de los sesenta eran viajes que había que programar. En
“Damas” te daba tiempo para moverte por la ciudad algunas horas hasta el
regreso por la tarde, o bien coger la canoa para hacer el viaje de vuelta en el
tren de la Compañía.
Pero
cuando el viaje era para ir de visita dentro de un horario que no se podía
compaginar con los de la “camioneta”,
nuestra familia tenía que recurrir al transporte alternativo: El Lancia del
" Molinero", la DKV de "Gatuperia”, o la de Luís Mora; entre
otros. Así se solía acudir de visita no solo a los Internados, también a la
clínica que atendía las hospitalizaciones de la Compañía, la del doctor Vázquez
Limón.
Por
nuestra parte teníamos que esperar a las vacaciones reglamentarias para
regresar al pueblo: Navidad, Semana Santa, y en verano con el fin de curso.
Fueron
experiencias que nos tocó vivir acompañadas de la lógica morriña, debida a
nuestra corta edad y de no haber salido nunca más allá de Huelva y siempre en
compañía de nuestros padres; pero de lo más natural.
Esta
oportunidad la conseguimos muchos de nosotros
gracias a las becas del PIO (Patronato de Igualdad de Oportunidades),
que a partir de los años 60 hizo posible que muchos hijos de obreros accedieran
a los Institutos y al Bachillerato.
Fotos
como estas aquí expuestas, les traerá recuerdos a más que a los protagonistas,
porque aunque no pasamos por el Seminario, idéntica experiencia vivimos otros
jóvenes de Tharsis en el Colegio Menor, a donde llegamos desde la "Escuela
Grande".
José
Gómez Ponce
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