Ya nos habían hablado
de este trabajo arqueológico, pero hasta que no hemos conseguido el libro, que
está patrocinado entre otros por el Ayuntamiento de Alosno y editado en 1997,
no hemos visto la posibilidad de hacerlo público por Internet.
Sobre el cabezo Juré,
y su importancia en la prehistoria y actividad minera de nuestros pueblos,
teníamos conocimiento desde hace mucho. Incluso llevamos años planeando hacer
una visita a la que nos habían invitado.
Dado que el trabajo no
es muy extenso, lo publicaremos en dos o tres entregas, y daremos nuestra
opinión al final.
Sin más, con nuestro
agradecimiento a D. Francisco Nocete, catedrático de la Universidad de Huelva, os
dejamos una primera parte de este interesante trabajo.
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CABEZO JURE 2500 a.C. Alosno, Huelva
DIRECTOR DEL «PROYECTO ODIEL»
Francisco Nocete
COORDINADOR DE LA EXPOSICIÓN
Antonio Orihuela
RECREACIONES HISTÓRICAS
Daniel Macías Díaz.
EL POBLADO
Muy cerca de las actuales
minas de Tharsis, en un paisaje muy alterado por la minería moderna y por las
plantaciones de eucaliptos, el Proyecto Arqueológico Odiel, que llevaba varias
años recogiendo información sobre la Prehistoria del territorio del Andévalo
onubense, localizó un yacimiento, el Cabezo Juré (1) (Alosno, Huelva) que frente
al resto de los indicios del poblamiento prehistórico de la zona, muy débiles y
de escasa relevancia, o ya destruidos, se presentaba como el único con
posibilidades para intentar explicar cómo se desenvolvió la primera y más
antigua minería y metalurgia del cobre y, lo que es más importante, conocer qué
tipo de sociedad era la que la practicaba.
([1] Sirvan estas páginas para
expresar al Sr. Domiciano Márquez Delgado propietario de la finca en la que se
encuentra situado el yacimiento, nuestro agradecimiento por las facilidades
dadas para la excavación del mismo y por las molestias que ello le ha causado.
Su actitud hacia nosotros ha permitido el que hoy podamos disfrutar tanto del
Patrimonio como de la Historia recuperada del Juré. Creemos que por ello, todos
los ciudadanos en general y el pueblo de Alosno, en particular, contrae con él
una deuda de gratitud que sólo salda su ejemplo.)
La excavación del Cabezo Juré
nos deparó muchas sorpresas gracias al excelente estado de conservación que
presentaban las zonas del poblado que no se habían visto afectadas por las
labores mineras de principios de siglo. Las muestras fechadas por carbono 14
nos revelaron que sus habitantes construyeron sus primeras viviendas y empezaron
a vivir y trabajar en el poblado hacia el 2.500 antes de Cristo y que lo
abandonaron unos 200 años después.
Sus moradores se dispusieron
alrededor del cabezo aprovechando el relieve de este, pudiéndose distinguir dos
espacios netamente diferenciados, la cima del cabezo, rodeada toda ella por un
muro de fortificación, y las laderas, donde las casas se levantaron sobre
terrazas artificiales de piedra para vencer el desnivel de la pendiente. En
estas últimas encontramos piedras para moler cereal, fuegos para cocinar
alimentos, instrumentos para curtir pieles, tejer la lana de las ovejas, etc.
Como en todo hogar, no falta
tampoco la vajilla, orzas, ollas, platos, vasos y hasta cucharas, todo ello de
cerámica; sin contar con los útiles que facilitan las tareas domésticas, tales
como los cuchillos de piedra; agujas, punzones y espátulas en hueso; y agujas
y cuchillos de sierra fabricados en cobre.
En otros espacios, contiguos,
pero separados unos de otros, se preparan puntas de flecha, se reponen útiles
de piedra que se han roto, o se continúan las actividades metalúrgicas, lo que
supone la participación generalizada de toda la comunidad en actividades de
fundición secundaria y realización de manufacturas y lingotes, si bien, los
procesos de reducción del mineral y fundición primarios y masivos son
exclusivos de la zona alta del poblado, realizados en hornos especiales, a
extramuros del recinto.
Alrededor de la cima del
Cabezo Juré el sistema constructivo, como ya hemos adelantado, era distinto.
Allí levantaron una muralla en forma de anillo que la cerraba; en su interior
se disponían, a su vez, espacios destinados a usos diferentes.
En otro lugar, ya fuera del
recinto amurallado, pero incluido en los rebordes de la plataforma superior del
cabezo, los habitantes del Juré dispusieron varios hornos para realizar allí
las transformaciones que permiten obtener del mineral productos semi-elaborados
de cobre. Hasta él los hombres tuvieron que transportar, de las vecinas minas de
Tharsis, las materias primas necesarias, y aquí, con mazos y martillos,
golpearon el mineral sobre morteros y molinos, para prepararlo y poder
introducirlo luego en los hornos.
Las actividades
minero-metalúrgicas desarrolladas por las gentes del Cabezo Juré en ningún caso
son fruto de la improvisación o el experimento, al contrario, nos informan que
estamos ante una comunidad que tiene un conocimiento muy avanzado de estas técnicas
extractivas y productivas. Tanto es así que mil años después, en otros lugares
del sur de la península ibérica, se continúan haciendo objetos de cobre del
mismo modo que en el Cabezo Juré.
En la plataforma superior,
donde se ubican los hornos, no se realizaron tareas manufactureras metálicas,
tampoco encontramos áreas de elaboración o almacenaje de alimentos, lo que no
quiere decir que no se consuman alimentos, pues estos aparecen también aquí en
grandes cantidades. Especialmente llaman la atención los restos encontrados de
almejas, todas con tamaños muy uniformes (6 cm.), lo que da idea de la recolección
selectiva a la que eran sometidas en sus lugares de origen y de la posición de
privilegio que supondría el consumo restringido de estos alimentos especiales.
EL PAISAJE
Las modernas técnicas que hoy
en día utiliza la arqueología permiten conocer también cómo era el paisaje del
pasado, y así lo hicimos con el Cabezo Juré, encontrándonos con que el clima
que conoció esta comunidad hace 5.000 años no era muy diferente al actual, si
bien, los arroyos próximos debieron llevar mucha más agua que hoy, la
suficiente para permitir junto a ellos un paisaje de fresnos, álamos, sauces,
juncos floridos y filigrana.
El resto del entorno del
Cabezo Juré se completa con encinas, alcornoques, jaras, mirtos, lentisco y
acebuche.
Las actividades de las gentes
del Cabezo Juré se hicieron sentir sobre este paisaje, y desde su misma
instalación comenzaron a alterarlo, talando, en gran parte, los árboles de
ribera y el encimar. Con ello el paisaje se clareó bastante y los arbustos
comenzaron a ganar terreno, sin que en ningún momento este clareo se
aprovechara para roturar y sembrar la tierra, pues esta es otra de las
sorpresas del Cabezo Juré, sus habitantes no realizaron ningún tipo de práctica
agrícola.
A medida que avanzó la vida
del poblado, la tala de árboles se agudizó y la desforestación alcanzó tal magnitud que prácticamente
acabaron con el paisaje de encinas en un radio de varios kilómetros. La única
explicación a tales hechos está en la necesidad constante de madera, sobre
todo del tipo de la encina, capaz de alcanzar las altas temperaturas que hacían
falta para mantener los hornos metalúrgicos en activo.
LOS ANIMALES
En ese paisaje degradado por
la acción humana, los habitantes del Cabezo Juré criaron una gran cantidad de
animales domésticos (cerdos, vacas, ovejas, cabras, caballos y perros), y
también se aprovecharon de la fauna salvaje que merodeaba por los alrededores:
ciervos, jabatos, liebres, pájaros, cabras monteses, y hasta lobos, fueron
cazados por ellos tal y como demuestran las basuras y los residuos que nos
dejaron en sus viviendas.
Estos animales no sólo les
sirvieron de alimento, sino que también de ellos aprovecharon su leche,
fabricaron quesos, curtieron pieles, tejieron lanas, etc. Hasta los mismos
huesos de los animales sacrificados se aprovecharon para realizar con ellos
agujas, alfileres y hasta figurillas.
De entre las especies animales
que hemos encontrado en el Juré destacan por su rareza las almejas, lapas,
navajas y ostras que desde la lejana costa, a más de 30 km., eran transportadas
para ser consumidas en el poblado.
Entre las especies domésticas
destaca por su abundancia el cerdo, seguido de los bueyes y las ovejas; por la
edad de matanza, los cerdos parecen estar orientados a su aprovechamiento
cárnico.
En el caso de los bóvidos, el
sacrificio en edad avanzada de los machos, y las deformaciones encontradas en
sus huesos, nos hacen pensar que debieron cumplir una misión fundamental en
esta comunidad. A falta de registros agrícolas, estos eran exclusivamente dedicados
a transportar las pesadas cargas de mineral que eran acarreadas hasta el poblado,
así como los troncos de los árboles que constantemente eran abatidos para
surtir los hornos; de otro lado, también en ellos se sacarían del poblado los
productos manufacturados y los lingotes de cobre.
Continuará...
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