jueves, 21 de noviembre de 2013

CABEZO JURÉ 2500 a. de C. Alosno, Huelva. 1ª Parte


 
Ya nos habían hablado de este trabajo arqueológico, pero hasta que no hemos conseguido el libro, que está patrocinado entre otros por el Ayuntamiento de Alosno y editado en 1997, no hemos visto la posibilidad de hacerlo público por Internet.

Sobre el cabezo Juré, y su importancia en la prehistoria y actividad minera de nuestros pueblos, teníamos conocimiento desde hace mucho. Incluso llevamos años planeando hacer una visita a la que nos habían invitado.  

Dado que el trabajo no es muy extenso, lo publicaremos en dos o tres entregas, y daremos nuestra opinión al final.

Sin más, con nuestro agradecimiento a D. Francisco Nocete, catedrático de la Universidad de Huelva, os dejamos una primera parte de este interesante trabajo. 

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CABEZO JURE 2500 a.C. Alosno, Huelva

DIRECTOR DEL «PROYECTO ODIEL»

Francisco Nocete

COORDINADOR DE LA EXPOSICIÓN

Antonio Orihuela

RECREACIONES HISTÓRICAS

Daniel Macías Díaz.

 

EL POBLADO

Muy cerca de las actuales minas de Tharsis, en un paisaje muy alterado por la mine­ría moderna y por las plantaciones de eucaliptos, el Proyecto Arqueológico Odiel, que llevaba varias años recogiendo información sobre la Prehistoria del territorio del Andévalo onubense, localizó un yacimiento, el Cabezo Juré (1) (Alosno, Huelva) que fren­te al resto de los indicios del poblamiento prehistórico de la zona, muy débiles y de esca­sa relevancia, o ya destruidos, se presentaba como el único con posibilidades para inten­tar explicar cómo se desenvolvió la primera y más antigua minería y metalurgia del cobre y, lo que es más importante, conocer qué tipo de sociedad era la que la practicaba.

([1] Sirvan estas páginas para expresar al Sr. Domiciano Márquez Delgado propietario de la finca en la que se encuen­tra situado el yacimiento, nuestro agradecimiento por las facilidades dadas para la excavación del mismo y por las molestias que ello le ha causado. Su actitud hacia nosotros ha permitido el que hoy podamos disfrutar tanto del Patrimonio como de la Historia recuperada del Juré. Creemos que por ello, todos los ciudadanos en general y el pueblo de Alosno, en particular, contrae con él una deuda de gratitud que sólo salda su ejemplo.)

La excavación del Cabezo Juré nos deparó muchas sorpresas gracias al excelente estado de conservación que presentaban las zonas del poblado que no se habían visto afectadas por las labores mineras de principios de siglo. Las muestras fechadas por car­bono 14 nos revelaron que sus habitantes construyeron sus primeras viviendas y empe­zaron a vivir y trabajar en el poblado hacia el 2.500 antes de Cristo y que lo abandona­ron unos 200 años después.

Sus moradores se dispusieron alrededor del cabezo aprovechando el relieve de este, pudiéndose distinguir dos espacios netamente diferenciados, la cima del cabezo, rodeada toda ella por un muro de fortificación, y las laderas, donde las casas se levan­taron sobre terrazas artificiales de piedra para vencer el desnivel de la pendiente. En estas últimas encontramos piedras para moler cereal, fuegos para cocinar alimentos, ins­trumentos para curtir pieles, tejer la lana de las ovejas, etc.

Como en todo hogar, no falta tampoco la vajilla, orzas, ollas, platos, vasos y hasta cucharas, todo ello de cerámica; sin contar con los útiles que facilitan las tareas domés­ticas, tales como los cuchillos de piedra; agujas, punzones y espátulas en hueso; y agu­jas y cuchillos de sierra fabricados en cobre.

En otros espacios, contiguos, pero separados unos de otros, se preparan puntas de flecha, se reponen útiles de piedra que se han roto, o se continúan las actividades meta­lúrgicas, lo que supone la participación generalizada de toda la comunidad en activida­des de fundición secundaria y realización de manufacturas y lingotes, si bien, los proce­sos de reducción del mineral y fundición primarios y masivos son exclusivos de la zona alta del poblado, realizados en hornos especiales, a extramuros del recinto.

Alrededor de la cima del Cabezo Juré el sistema construc­tivo, como ya hemos adelantado, era distinto. Allí levantaron una muralla en forma de anillo que la cerraba; en su interior se dispo­nían, a su vez, espacios destina­dos a usos diferentes.

En otro lugar, ya fuera del recinto amurallado, pero incluido en los rebordes de la plataforma superior del cabezo, los habitantes del Juré dispusieron varios hornos para realizar allí las transformaciones que permiten obtener del mineral productos semi-elaborados de cobre. Hasta él los hombres tuvieron que transportar, de las vecinas minas de Tharsis, las materias primas necesarias, y aquí, con mazos y martillos, golpearon el mineral sobre morteros y molinos, para prepararlo y poder introducirlo luego en los hor­nos.

Las actividades minero-metalúrgicas desarrolladas por las gentes del Cabezo Juré en ningún caso son fruto de la improvisación o el experimento, al contrario, nos informan que estamos ante una comunidad que tiene un conocimiento muy avanzado de estas téc­nicas extractivas y productivas. Tanto es así que mil años después, en otros lugares del sur de la península ibérica, se continúan haciendo objetos de cobre del mismo modo que en el Cabezo Juré.

En la plataforma superior, donde se ubican los hornos, no se realizaron tareas manufactureras metálicas, tampoco encontramos áreas de elaboración o almacenaje de alimentos, lo que no quiere decir que no se consuman alimentos, pues estos aparecen también aquí en grandes cantidades. Especialmente llaman la atención los restos encon­trados de almejas, todas con tamaños muy uniformes (6 cm.), lo que da idea de la reco­lección selectiva a la que eran sometidas en sus lugares de origen y de la posición de privilegio que supondría el consumo restringido de estos alimentos especiales.


EL PAISAJE

Las modernas técnicas que hoy en día utiliza la arqueología permiten conocer tam­bién cómo era el paisaje del pasado, y así lo hicimos con el Cabezo Juré, encontrándo­nos con que el clima que conoció esta comunidad hace 5.000 años no era muy diferen­te al actual, si bien, los arroyos próximos debieron llevar mucha más agua que hoy, la suficiente para permitir junto a ellos un paisaje de fresnos, álamos, sauces, juncos flori­dos y filigrana.

El resto del entorno del Cabezo Juré se completa con encinas, alcornoques, jaras, mirtos, lentisco y acebuche.

Las actividades de las gentes del Cabezo Juré se hicieron sentir sobre este paisaje, y desde su misma instalación comenzaron a alterarlo, talando, en gran parte, los árboles de ribera y el encimar. Con ello el paisaje se clareó bastante y los arbustos comenzaron a ganar terreno, sin que en ningún momento este clareo se aprovechara para roturar y sembrar la tierra, pues esta es otra de las sorpresas del Cabezo Juré, sus habitantes no realizaron ningún tipo de práctica agrícola.

A medida que avanzó la vida del poblado, la tala de árboles se agudizó y la desforestación  alcanzó tal magnitud que prácticamente acabaron con el paisaje de encinas en un radio de varios kilómetros. La única explicación a tales hechos está en la necesi­dad constante de madera, sobre todo del tipo de la encina, capaz de alcanzar las altas temperaturas que hacían falta para mantener los hornos metalúrgicos en activo.

 
LOS ANIMALES

En ese paisaje degradado por la acción humana, los habitantes del Cabezo Juré cria­ron una gran cantidad de animales domésticos (cerdos, vacas, ovejas, cabras, caballos y perros), y también se aprovecharon de la fauna salvaje que merodeaba por los alrededores: ciervos, jabatos, liebres, pájaros, cabras monteses, y hasta lobos, fueron cazados por ellos tal y como demuestran las basuras y los residuos que nos dejaron en sus viviendas.

Estos animales no sólo les sirvieron de alimento, sino que también de ellos aprove­charon su leche, fabricaron quesos, curtieron pieles, tejieron lanas, etc. Hasta los mismos huesos de los animales sacrificados se aprovecharon para realizar con ellos agujas, alfile­res y hasta figurillas.

De entre las especies animales que hemos encontrado en el Juré destacan por su rare­za las almejas, lapas, navajas y ostras que desde la lejana costa, a más de 30 km., eran trans­portadas para ser consumidas en el poblado.

Entre las especies domésticas destaca por su abundancia el cerdo, seguido de los bueyes y las ovejas; por la edad de matanza, los cerdos parecen estar orientados a su aprovechamiento cárnico.

En el caso de los bóvidos, el sacrificio en edad avanzada de los machos, y las defor­maciones encontradas en sus huesos, nos hacen pensar que debieron cumplir una misión fundamental en esta comunidad. A falta de registros agrícolas, estos eran exclusivamente dedicados a transportar las pesadas cargas de mineral que eran acarreadas hasta el pobla­do, así como los troncos de los árboles que constantemente eran abatidos para surtir los hornos; de otro lado, también en ellos se sacarían del poblado los productos manufactu­rados y los lingotes de cobre.
 

Continuará...

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