jueves, 31 de octubre de 2013

LA VIDA EN LOS PUEBLOS MINEROS (1866 - 1914) Y 6ª Parte

 

El Capítulo XV al completo lo tenéis en nuestra Web. Aquí

A finales de los años ochenta (s. XIX) hubo acusaciones de que los directores británicos tenían la costumbre de considerar la propiedad de la mina como sus propios dominios, y de no tomar verdadero interés por los efectos sociales de lo que estaban haciendo. Fueron comparados desfavorablemente, por algunos críticos, a sus colegas alemanes. Y acusados de dedicar mucha menor atención al alojamiento, calidad social, y entretenimiento que debían haber ofrecido. Un directivo, después de una visita a las minas en una época de desempleo, deseó hacer un reparto de dinero; el director general tuvo que quitarle esa idea en el acto, ello podría haber alterado el orden establecido y generado serios disturbios en las delicadas relaciones entre la dirección y los trabajadores. En RioTinto el sistema escolar empezó, pero no a cargo de la propia Compañía, sino con cargo a los gastos personales del presidente Hugh Matheson.  Para demostrar al personal la necesidad de la enseñanza y probar con la experiencia de que era apreciada,  tuvo que organizar una escuela antes que la Compañía asumiera el cometido. Matheson también luchó duro y mucho, para persuadir a su colegas de RioTinto de que no se debería trabajar en domingo.

Hubo demasiadas acusaciones de que los directores británicos  fallaron en apostar más por la formación en la minería británica, esa falta de vigor que deberían haber tenido, denunciaban, es lo que ha permitiendo a los ingenieros de minas alemanes, con sus acertadas ciencias y su adiestramiento técnico, sobrepasar al británico.

Inactiva hasta al menos terminados los 80 del (s. XIX), la formación minera en Inglaterra estaba en peligro de convertirse en una mera introducción a la formación que se llevaba a cabo en el continente. La "Real Escuela de Minas", evolucionada desde las "Prospecciones Geológicas", fue creada en 1851 para impulsar la explotación de los recursos mineros de Gran Bretaña y las colonias, aunque hizo también notables contribuciones a la ciencia a través de Playfair, Huxley, Tyndall, Hofman y otros, y contribuyó mucho al debate en la educación científica y técnica, su futuro estaba todavía en el aire a finales de los 70 del (s. XIX).

No contribuyó realmente a la ingeniería minera en ninguna escala de valores hasta muy a finales del siglo diecinueve, con la atención dirigida a Malasia e India. La Escuela de Minas de Camborne, en Cornwalles, se constituyó desde distintas iniciativas en los años 50 (s. XIX) y se fusionaron en 1909. Se hizo buen trabajo en la educación de los mineros, pero fue verdaderamente pequeña la contribución a la ingeniería de minas.

Grandes sin embargo, fueron los esfuerzos de la Compañía para anticiparse a los intentos de organización sindical, que no eran posibles paralizar: mediante visitas del presidente, con el mantenimiento del empleo incluso en los malos tiempos, y con la negativa de un lugar de reunión para los agitadores.

Hubo tumultos entre los obreros de los hornos de RioTinto en 1888; allí los intentos de huelga habían sido anteriores. Las primeras huelgas en Tharsis (desde 1873) vinieron en Junio y Julio de 1900, la primera duró ocho días y la segunda doce. La Compañía encontró toda la cuestión de la organización de trabajadores y la agitación demasiado inflamable incluso para permitir sus debates. Una petición para usar la escuela de Corrales para una conferencia sobre los asuntos de cooperativas y huelgas, fue rotundamente rechazada. En lo referente a las huelgas, dijo William Rutherford I, “Lo menos que se use la palabra mejor para los trabajadores”. Pero tal resistencia, todo lo más, retrasó lo inevitable. Algunos trabajadores probaron a resolver sus problemas emigrando a Brasil y a Argentina.

Por 1912 el unionismo sindical verdaderamente había llegado. La Unión de trabajadores del Ferrocarril, los "Ferroviarios", fueron muy activos; incluso hicieron una huelga general de ferrocarriles en 1912 amenazando con hundir el país en la anarquía. Habían reclutado el 29 por ciento de los trabajadores de la Compañía de Tharsis. Su objetivo era aumentar la escala de salarios y las condiciones de empleo, pero fue también fuertemente sindicalista, preparándose para el día en que una huelga general podría ser proclamada y tuviera que intervenir el estado.

Siempre que no se recurriera a la violencia, estas huelgas fueron (desde 1881) completamente legales. La Unión de Ferroviarios no se limitó a los trabajadores del ferrocarril sino que enroló a trabajadores de todos los estamentos. Uno de sus principales agitadores fueron los sastres en Tharsis. Los “ferroviarios” pidieron al director que despidiera al maestro de escuela de Corrales porque era "un inútil viejo estúpido, continuamente en contra de las demandas de ellos mismos desde que ingresó en la Unión".

Había habido problemas en las minas de RioTinto y Perrunal. Estos se extendieron a los centros de Tharsis. Los mecánicos y otros trabajadores cualificados de Corrales, apoyaron entusiastamente la huelga, bloquearon el muelle y el depósito. Sin embargo, en general, los trabajadores de La Zarza se mantuvieron detrás de sus líderes, en contraste con los mucho más combativos de RioTinto.

La Compañía recibió peticiones para un aumento en las pagas, una disminución de las horas de trabajo, y pensiones para los de mayor edad. En general, por la recomendación del director, las pagas fueron aumentadas y las horas fueron acortadas como premio por la lealtad. El sueldo mínimo de once reales por día fue elevado a doce, y aquellos que estaban percibiendo doce pasaron a recibir trece. El tiempo medio de trabajo por día en la Compañía paso de nueve horas y cinco minutos, a ocho horas y media, el tiempo restante se pagó como horas extraordinarias.

Nada hubo de la propuesta de pensiones, aunque la Compañía mantuvo a unos cuarenta trabajadores ancianos necesitados, con una peseta por día. Los trabajadores en La Zarza se tranquilizaron, aunque hubo algunas agitaciones en Tharsis y Corrales. La Unión del Ferrocarril fue abandonada, sus líderes fueron repudiados verbalmente y por escrito Pero esta pronto resucitaría.

FIN  DEL CAPITULO XV.  
 
Prefacio
Gran parte de este libro supone la publicación conjunta de una serie de investigaciones mías realizadas en torno a la historia de la Tharsis Sulphur & Cooper Company. Al reunirlas en un solo manuscrito, he hecho mis propias interpretaciones sobre los hechos recopilados y en muchos casos, éstas son contrarias a las opiniones compartidas por altos cargos de la compañía, especialmente de aquellos que cubren el periodo que va desde 1912 hasta el momento. Éste es el caso particular de las interpretaciones acerca de las condiciones sociales y hechos, incluyendo la guerra civil, que todavía suscitan una gran disparidad de puntos de vista. Aunque la Compañía me ha dado permiso para su publicación, se me ha insistido en que aclare que no comparte todos los puntos de vista y conclusiones que aquí expongo.
Con el fin de extraer todo el interés de la historia, la exposición se ha enriquecido ampliamente. Se expone así nociones sobre geología y química de la pirita ibérica, y los medios disponibles en las diferentes épocas para explotar sus diferentes componentes, con el propósito de que pueda resultar comprensible su potencial económico en cada periodo. No existe realmente un estudio histórico ni sobre el cobre ni el azufre: también aquí era necesario centrar el tema al respecto. El tratamiento biográfico de los hombres que han sido importantes en el desarrollo de las minas es bastante amplio, por lo que rápidamente conseguiremos una rica variedad de visiones al ponernos en el lugar de Deligny, Sir Charles Tennant o los Rutherford. Lo mismo ocurre con aquellos personajes vinculados con la química y la metalurgia de la pirita: Henderson, Claudet, Merz, MacArthur y los hermanos Forrest. Se cuestiona también la dificultad que tuvo la nueva aventura de la pirita que lideraron Tennant y sus asociados, junto con la dirección que tomaron antiguos asuntos que van a aparecer, ajenos a sus intereses en el mundo de la pirita. Se ha aprovechado también la oportunidad para valorar la contribución de Tennant al mundo empresarial en la época victoriana. La historia del proceso de Leblanc, especialmente en su última fase, veremos que tendrá una repercusión decisiva en su vida. Ha sido necesario además, subrayar aquellos aspectos de la historia de España que nos son relevantes: no existe ningún estudio sobre la historia económica de España disponible en inglés. Finalmente, se ha hecho un intento por ampliar el enfoque e introducir así algunos temas generales que resultan importantes para la obra.
A la hora de mostrar mi gratitud, tengo que señalar algunos casos especialmente; a todos aquellos con los que estoy en deuda, decirles que les estoy profundamente agradecido. Los mandos de la Tharsis Company me han dado acceso a toda la información disponible y me han ayudado de todas las maneras posibles, tanto aquí como en España. Andrew Kent del Departamento de Química, me ha dado muchos consejos valiosos, haciéndome muchas recomendaciones de utilidad y brindándome mucho ánimo. El profesor David Williams del Royal Collage of Mines, me ha hecho detallados comentarios acerca del Capítulo 2. Hubert Chalk del Departamento de Griego me ha ayudado mucho sobre el contexto histórico del mundo antiguo. Margaret Davies, Sheila Beaton y Margaret Marlow me han facilitado ayuda  administrativa. El Rvdo Dr. J. S. MacArthur me ha suministrado material sobre su padre, J. S. MacArthur. Los planos y gráficos han sido realizados por Finlay MacLennan. Mi mujer ha realizado la labor de ayudante indispensable y ha recopilado el índice. El profesor D. J. Robertson, editor general de la colección, que me ha mostrado un gran interés en la obra.
Tan numerosos y diversos son mis compromisos, que sólo puedo mencionarlos acompañados de un cálido agradecimiento: a mis colegas de la Universidad de Glasgow -Mary J. Davidson, William Forsyth, Elizabeth Jack, John Kellett, John P. Larner, Peter L. Payne, David W. Powell, Anne S. Robertson, Anthony Slaven, Robert Tyson y Nathan Warman; y a otros -John Butt, John Campbell, William C. Campbell, Mary Carnduff, profesor Juan de Mata Carriazo, Deborah Checkland, A. Gervasini, I. M. Hemstead, Lord Morton de Henryton, George Hibberd, John Hume, Sheina M. Marshall, D. Thomson McVie, Judith Sachs y R. P. Wright.
Por supuesto, ninguno de los citados es responsable de los errores que yo haya podido cometer.
Gran parte del trabajo inicial de esta obra se realizó durante mi estancia en el Institute for Advanced Study de Princeton en 1964. Agradezco al Institute y al Court de la Universidad de Glasgow por hacerlo posible. Para terminar, estoy también en deuda por el apoyo financiero necesario para la publicación de esta obra.

S.G. Checkland
Departamento de Historia Económica
Universidad de Glasgow
Septiembre, 1966

Traducido por J. Alberto Fernández.  22/09/2013

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