jueves, 31 de mayo de 2012

LA VIVIENDA EN THARSIS Y LA DENUNCIA DE “EL SOCIALISTA”. 1ª Parte



Escribir sobre la problemática de las viviendas que para los obreros de Tharsis habían dispuestos las distintas Compañías, francesa e inglesa, es introducirnos en la Historia para conocer otra faceta vivida por nuestros antepasados, y recordada aún hoy por quienes, ya jubilados, les tocó vivir parte de aquel problema.

Ya hemos referido que el asunto de la vivienda en Tharsis ha sido motivo de conflicto a lo largo de la actividad minera. Con Deligny desde 1853 pasando por Mercier, y la Compañía Británica desde 1866.

Sabemos que el primer trabajo de envergadura asumido por Deligny, que le supuso gran descrédito entre los accionistas porque no consiguió llegar a minerales, agotando el presupuesto, fue el socavón de La Sabina. Trabajo a base de músculo y pólvora negra que consiguió horadar 591 metros en la Sierra de Santo Domingo. Acción que ha sido posteriormente criticada por algunos entendidos como una errónea planificación minera (tema que ya hemos tratado en este blog )

Aquella mano de obra, que tenia que acudir diariamente a las Cantareras de la Reina desde algunos kilómetros de distancia, debió ingeniárselas para acondicionarse algún tipo de alojamiento que les evitara la caminata si se desplazaban desde Alosno o desde la Puebla, las poblaciones más cercanas.

Checkland refiere en su libro: The Mines of Tharsis. Roman, French and British Enterprise in Spain.  En los primeros tiempos, las chozas y cabañas construidas por los propios trabajadores eran las únicas viviendas para esta población inmígrate. David Avery, en su libro traducido al español: Nunca en el cumpleaños de la Reina Victoria. Historia de las minas de Río Tinto, aporta la siguiente foto de, alrededor de 1875, con información a pie de página:

       En 1873, cuando se vendieron las minas, muchos de los obreros vivían en casas que eran más o menos toscas chozas.

Es previsible que en esta primera etapa  de  explotación de las minas de Tharsis, la mayoría de los obreros  procedieran de Alosno. No sólo porque la proximidad les haría menos penoso la ida y vuelta diaria al trabajo que acudiendo de otros pueblos más lejanos. También, porque Alosno estaba más al corriente del proyecto de Deligny, bien porque personalmente, o por mediación de representantes, hubo de realizar gestiones ante el Ayuntamiento para conseguir permisos y denuncios mineros. Y porque, quien al parecer le acompañó al monte Tarse, fue Luciano Escobar, minero de la provincia de Sevilla que se radicó en Alosno en 1849.  Pero lo que dio una trascendencia  mediática importante al asunto de la vivienda en Tharsis fue la denuncia aparecida en "El Socialista" en 1929. Denuncia recogida por otros periódicos de la época a raíz de una visita a Tharsis propiciada por la UGT. Llegó incluso a debatirse en las Cortes, donde se creó una comisión que giró visita para comprobar in situ la denuncia que había aparecido en El Socialista. Igualmente, otros periódicos se hicieron eco de esta denuncia, informando de la  problemática de los obreros de esta manera:

“Un hecho, que ha impulsado al Gobierno a adoptar medidas protectoras del trabajo en favor de obreros españoles, ha destacado en el mes que acaba de transcurrir. Nos referimos a las condiciones abusivas en que trabajan los mineros de Tharsis (Huelva) en las explotaciones de propiedad inglesa.”

Pero expongamos lo que escribía en 1929 El Socialista, órgano de propaganda del PSOE, relatando la explotación a la que sometía la Compañía de Tharsis a aquellos trabajadores. Decía así:

"Hemos girado una rápida visita por las instalaciones más cercanas, y podemos asegurar con toda la valentía que proporciona la convicción más absoluta, que ellas son burla y escarnio de nuestras leyes de protección al obrero. Decimos muy alto que en Tharsis se falta a las prescripciones del Código del Trabajo en la mayoría de sus aspectos; comenzando por la ausencia casi absoluta de mecanismo de protección y terminando por la infracción de la ley en el abono de jornales en caso de accidentes. Pero no es esto, con ser mucho lo que más nos ha indignado en nuestra visita.

Lo que ciertamente ha provocado, no sólo en nosotros, sino en cuantos nos acompañaban, una verdadera reacción contra quienes son causa de ello, es el atentado a la moral que significa el siguiente hecho:

Nos invitan los obreros que constituyen la Comisión a visitar algunos de los “cuarteles” donde éstos residen, y accediendo gustosísimos a esta invitación, penetramos en el primero que nos indican. Se trata de una habitación de cuatro metros de fondo por cinco de fachada, aproximadamente, perfectamente blanqueada y oliendo a limpieza. Nos recibe una mujer de edad, rodeada de varios pequeñuelos, y en la penumbra otra mujer más joven arrebujada en un mantón, cuyo rostro delataba reciente enfermedad. Nos explica la que resulta ser su madre, cómo hace pocos días ha dado a luz y ha estado muy grave.

A la medida que esa mujer nos va dando detalles de cómo viven, aumenta la sorpresa de los que allí estamos, excepto, claro es, de los demás obreros afectos al trabajo de la mina, que por experiencia saben de estas cosas.

En esa habitación existen dos camas en unos de los testeros, que dejan entre ambas el hueco sucinto para que pase una persona, y al otro testero, a la distancia que puede figurarse el lector, se encuentra la cocina, Esta habitación es además comedor, y todo en una pieza, puesto que no hay más que ella. Y en ese local, ¿sabéis cuántas personas viven?... Pues la madre, el padre y ocho hijos... Todos duermen en esas dos camas. Y hay más. Como no tienen otro sitio más que ese (nos explica la anciana), su hija ha tenido necesidad de dar a luz en un colchón colocado en el hueco existente entre las dos camas, a la vista de todos sus nietos.

Pero esto es poco... Como no existen nada más que dos camas, ya que no hay posibilidades de colocar otras por falta de sitio, han de dormir en una de ellas el padre y la madre con dos o tres de los pequeños, y en la otra el resto de los hijos con las hijas; debiendo advertir que en este caso había varones de diecinueve años y hembras de veintidós, ¡Y todos duermen en la misma cama! Éstos son los locales que la Compañía de Tharsis destina a sus obreros, luego de cobrarles por ellos un arrendamiento.

Bien es verdad que cuando el padre de esta familia de que hablamos vuelva a su hogar, después de haber trabajado durante todo el día, expuesto a que una piedra de mineral le destroce el cráneo, o a que una máquina le desbarate, se encuentra con que ha ganado, para mantener a su mujer y a sus ocho hijos, “la Importante” suma de dieciocho reales.

La Compañía que tales injusticias mantiene es la “The Tharsis Sulfur and Copper Mines Ld.” domiciliada en Glasgow y con un capital de 1.250.000 esterlinas. Todos sus consejeros y alto personal son ingleses, y a Inglaterra se marchan todos sus beneficios."

Y seguía informando la prensa: Según estos mismos Informes, la Compañía es dueña del subsuelo y del suelo y, por tanto, de las viviendas de sus obreros. Estas viviendas son unos tugurios, sin otra ventilación, en la única pieza de que se componen, que la de la puerta de entrada; allí se guisa se come, se duerme -matrimonios e hijos- en morbosa promiscuidad.

Miguel González Vílches en su libro; “Historia de la arquitectura inglesa en Huelva” Inserta un grabado que se corresponde con la vivienda descrita por la delegación de El Socialista. Esa vivienda pudiera ser de las primeras 79 construidas por la empresa francesa. Durante la gestión de Ernesto Deligny y Eugenio  Duclerc, o  de Victor  Mercier.

    

Checkland las describe así en su libro:  Consistía el prototipo en un cubículo de 5 metros x 4,5 metros, sin ventanas ni chimenea, adosada por tres de sus lados a otros cubículos similares, con cubierta de tierra compactada sobre entramado de madera. Estas cuarteladas registraban una superpoblación de, a veces, ocho personas por habitáculo.

CONTINUARÁ…

jueves, 24 de mayo de 2012

LA FAMILIA


Recordando el tipo de familia que, allá por los años 60, configuraban la mayoría de la población de Tharsis, comprobamos que las circunstancias han cambiado bastante a las de hoy día. En aquellos años era frecuente ver núcleos familiares formados por 5 y más personas, teniendo sólo en cuenta a padres e hijos. En muchas otras, también los abuelos formaban parte del núcleo familiar.

Lo habitual  era que el padre trabajara y la madre se dedicara al cuidado de los hijos y del hogar. Y cuando convivían los abuelos, eran atendidos con igual cariño y aceptados como un miembro más, a quien queríamos y respetábamos.

Al ser la principal actividad la minería, todas las familias dependían de las viviendas que la Compañía destinaba a los obreros, que a partir de los “cuarteles” se fueron  adaptando a unos mínimos de comodidad. Así, en los años 60 ya estaban construidas la mayoría de las nuevas viviendas  que reunían requisitos de habitabilidad: Plaza de San Benito, C/ Doctor Fleming,  alrededores de la Iglesia. Aunque este asunto ha  constituido motivo de conflicto durante muchos años, similar al de otros poblados mineros.

Aun así, muchas viviendas no disponían de agua corriente y había que ir al grifo más cercano o al filtro para el consumo. Ni se disponía de cuarto de baño, donde el aseo, a falta de ducha o bañera, lo suplíamos con la palangana o la panera, y para las necesidades teníamos que andar a las letrinas que se instalaron en varios lugares del pueblo.

Aunque nuestras familias no disponían de lo mínimo si lo comparamos con los estándares  de hoy, sí se daba entre ellas una situación de armonía y convivencia que se hecha en falta hoy día en muchos aspectos. Familias donde aprendimos los valores que nos ayudaron a madurar y definir nuestra personalidad: esfuerzo, honradez, respeto. Y donde siempre podíamos acudir ante cualquier problema.

En los tiempos que corren, con las dificultades económicas y sociales que padecemos, la familia representa un salvavidas para tantas personas golpeadas por el desempleo, la enfermedad, o la marginación. Por eso recordamos con cariño a tantas familias que, aunque muchas ya no están entre nosotros,  lucharon para prosperar, y ante  situaciones adversas hicieron de la necesidad virtud.

Aquí le rendimos este pequeño homenaje.

 

jueves, 17 de mayo de 2012

El Andévalo: Una Mirada Desde La Antropolog​ía. Y 3ª parte



III. El Andévalo una tierra ganadera

                              Por no meterme al ganao
                                 yo me metí al piojal,
                               saqué pa comer un día,
                               y me jarté de trabajar,
                               ¡valiente potra la mía¡


Frecuentemente se define esta comarca por su carácter ganadero. El poco desarrollo agrícola se suele explicar por la pobreza de sus suelos y su clima árido. Esta aparente “vocación” pecuaria ha sido una constante desde la conquista castellana hasta la actualidad. Planteado así, parecería que hay una especie de determinismo físico que empuja al aprovechamiento ganadero de la tierra. Aun reconociendo la importancia que los factores físicos han podido tener en la orientación económica de la comarca, no podemos dejar de lado factores de índole social: la estructura latifundista de la propiedad de la tierra y el ganado, y los intereses económicos de los grandes propietarios que han favorecido el fomento de la cría de animales frente a la agricultura.



El conocimiento directo de la evolución económica de los pueblos de la comarca nos permite tener información que, si bien, no lo contradice del todo, al menos, matiza lo dicho anteriormente. Un ejemplo lo tenemos en el número de personas que se han empleado en el cultivo de la tierra, en algunos pueblos, la cantidad de campesinos ha sido mayor que la de ganaderos. Igualmente significativo es el número de hectáreas dedicadas al trigo o la abundancia de molinos harineros. Estos datos son indicadores del peso que ha tenido la agricultura y que nos lleva a replantearnos cuál fue el papel de esta actividad dentro de un mundo, aparentemente, dominado por la ganadería. Se trata de una agricultura de subsistencia, de rozas, con muy baja productividad, que necesita una vasta extensión de terrenos para producir muy poco, de ahí que se haya ignorado.
 
Habitualmente se entiende que la actividad agrícola ha estado al servicio de la cría de animales. Pero no para todos ha sido un simple complemento a la ganadería. Lo fue para los grandes propietarios que constituían las élites locales. En cambio, para el resto de la población, compuesta, hasta finales de los cincuenta, por pegujaleros, pequeños agricultores que para poder sembrar debían obtener tierras cedidas por los latifundistas, el complemento económico era la ganadería. El uso extensivo del territorio, tanto para el ganado como para el cultivo de cereales por rozas suponía una lucha por la tierra entre propietarios de ganado y agricultores. Los ganaderos han presionado continuamente para conseguir pastos a costa de las pocas tierras agrícolas, mientras que los agricultores han demandado constantemente parte de las tierras donde pacían los rebaños de los hacendados. Hasta que se produjo la privatización de las tierras municipales, los señores velaron por el mantenimiento de las dehesas para favorecer los intereses de los ganaderos, a la vez que los agricultores pedían más tierras de cultivo a costa de esas dehesas. El hambre de tierra nunca se sació a pesar de la amplitud de los términos municipales y de la escasa presión demográfica de la zona.

Es esta lucha entre ganaderos y agricultores la que explica el actual paisaje de la comarca que podemos considerarlo una parte más de la cultura. En las zonas de mayor aprovechamiento ganadero se han mantenido frondosas dehesas como las de San Silvestre o Cabezas Rubias. En cambio, donde los agricultores lograron las ansiadas tierras predominan los espacios sin arbolado. Entre ambos paisajes, encontramos áreas salpicadas de encinas que asemejan El Andévalo y África, como una especie de sabana andaluza.

Un paisaje que responde a factores muy distintos es el de los eucaliptales que cubren una vasta porción de esta comarca. Los primeros eucaliptos se introducen en la década de los veinte del siglo pasado, pero no será hasta los años sesenta cuando se extienda por todo El Andévalo, como consecuencia de la crisis agraria que llevó a la emigración y al abandono del campo.


Cultura e identidad: El Andévalo como comarca
                                 
                                 Con los mineritos, madre,
                                    poquita conversación,
                                   porque suelen alabarse
                                    de cositas que no son


Cuando desde un punto de vista antropológico definimos comarca no nos referimos únicamente a unidad político-administrativa, ni tampoco a un espacio de carácter exclusivamente geográfico, sino a un conjunto de poblaciones que interrelacionan entre sí y constituyen referentes unas con respecto a las otras, generando una identidad común:

“Una comarca se define como la articulación de un territorio por parte de una población que comparte unas determinadas formas económicas, de organización social y de expresión cultural que le dan especificidad con respecto a otros territorios.” (Escalera, 1997: 40)

Evidentemente, administrativamente El Andévalo constituye una comarca diferenciada ¿Pero lo es en relación a su identidad?

Hasta ahora hemos venido hablando de cultura, de factores que han influido en que estas tierras tengan una personalidad cultural incuestionable, sin embargo, cultura e identidad no son exactamente una misma cosa. La identidad se construye sobre la cultura pero implica algo más, un grado de conciencia sobre las diferencias. Para que esto se produzca, para que podamos hablar de comarca en este sentido tiene que haber una articulación del territorio ¿Existe esa articulación en El Andévalo?

Todas las tierras centrales de Huelva desde una perspectiva geomorfológica poseen un alto grado de homogeneidad geográfica, con un terreno ligeramente ondulado, al ser una zona de transición entre Sierra Morena y la llanura costera, con suelos pedregosos de una gran riqueza en minerales. 

Hasta el XIX presentaban, también, una continuidad paisajística y humana, con un terreno adehesado y pequeños pueblos de base económica agroganadera. Afínales de ese siglo, con la puesta en explotación de importantes yacimientos de pirita como Riotinto, una parte de esta región sufrió una espectacular transformación, modificando el paisaje, la economía y la vida de muchas poblaciones. Como resultado de esos cambios, distinguimos en El Andévalo dos zonas claramente diferenciadas: en el poniente, el denominado Andévalo Occidental, el área que menos impacto ha sufrido de la actividad minera, que continúa manteniendo un paisaje de dehesa y una base económica agroganadera. En el extremo oriental, la denominada Cuenca Minera, una zona de especialización minera donde los efectos de esta actividad extractiva han sido mayores. Entre ambas, un área de transición, a la que genéricamente se denomina Andévalo Oriental, que aunque ha tenido importantes núcleos mineros, mantiene parte de su economía agraria. Hasta tal punto ha quedado individualizada la Cuenca Minera que cuando hablamos de Andévalo hacemos referencia exclusivamente a El Andévalo Occidental y Oriental.

El territorio que constituye El Andévalo Occidental y Oriental aunque presenta diferencias está unificado por el predominio del aprovechamiento agropecuario frente a la minería. El impacto de la minería no eliminó sus dehesas. Es significativo que hasta hace muy poco, a pesar de que en estas localidades existían núcleos mineros y una parte de sus vecinos encontraban empleo temporal en esta actividad, la minería no se ha constituido en un referente identitario, al contrario, todo lo relacionado con las minas ha tendido a ser interpretado negativamente frente a los valores positivos del mundo agrario. Al hombre del campo se le presupone una superioridad moral frente al minero (1) La identidad de estas localidades se ha ligado al mundo campesino y sólo algunas poblaciones como Tharsis, en oposición a El Alosno, utiliza su condición minera como parte de su identidad. El rico patrimonio minero de esta tierra aún no ha sido reivindicado como parte de la identidad comarcal.

(1)Un caso parecido es el de Zalamea la Real, población de la Cuenca Minera estudiada por José María Valcuende (1998), donde la identidad local se ha vinculado al mundo agrario por rechazo de la minería.
Sin restar importancia a factores históricos y administrativos, es evidente que la vertebración de la comarca está íntimamente relacionada con el modo en que se articulan las redes viarias. La comunicación en el interior de El Andévalo de oeste a este ha sido deficiente. Hasta hace muy poco, no podríamos calificar de carreteras a las vías que enlazaban El Andévalo Occidental y Oriental y es algo que queda patente en la desvertebración del territorio de comarcal.

Otro problema es la falta de centros que articulen las distintas poblaciones. Mientras que en la parte oriental Valverde del Camino ejerce esta función, la zona occidental no dispone de un centro comarcal que pueda funcionar como capital, y los pocos servicios se han concentrado en las poblaciones de mayor tamaño, El Alosno, La Puebla de Guzmán y Villanueva de los Castillejo. (IES, servicio veterinario, juzgado de distrito...). Casi todas las prestaciones supra-comunales están fuera.


Desde la administración se ha hecho poco por vertebrar el territorio. La creación en 1834, de los denominados partidos judiciales afectó a la articulación de El Andévalo Occidental. Sus poblaciones quedaron enmarcadas en dos partidos judiciales distintos que tenían su centro en poblaciones fuera de la zona, Ayamonte en la costa y Valverde del Camino en El Andévalo Oriental. Es importe tener presente el significado que ha llegado a adquirir esas circunscripciones ya que terminaron funcionando como especies de comarcas.

La identidad no es estática sino que se construye y transforma, por eso son importantes las medidas que se tomen en este sentido. Para constituir una comarca no basta con tener una base cultural común, no basta con tener la etiqueta. El Andévalo tiene que ejercer de comarca, construirse como comarca. En este proceso es fundamental la articulación del territorio pero, también, el autoconocimiento, tener conciencia de sí misma, conocer cuáles son sus recursos. No es necesario romper con el pasado, al contrario, el pasado es fundamental para anclar una identidad pero requiere tener un proyecto de futuro. Equilibrio entre pasado y futuro que no siempre es fácil de lograr.


BIBLIOGRAFÍA


ANASAGASTI VALDERRAMA, Ana María / RODRÍGUEZ LIAÑEZ, Laureano
2006 Niebla y su tierra en la Baja Edad Media. Historia y documentos.  Diputación de Huelva. Huelva.

CÁCERES FERIA, R; etal.
2001 Un contexto para la tradición. Las matanzas en la Zona Occidental de Huelva. Junta de Andalucía. Consejería de Cultura. Sevilla

CALERO. A. M.
1979 Movimientos sociales en Andalucía (1820-1936). Siglo XXI. Madrid.

CARO B ARO JA, J.
1958 “Dos romerías de la provincia de Huelva” en Estudios sobre la vida tradicional española. Península. Barcelona.

1972 Los Barajas. Taurus. Madrid.

1979 La estación del amor. Taurus. Madrid.

1984 El estío festivo. Taurus. Madrid.
 

DÍAZ DEL MORAL, J.
1985 Historia de las agitaciones campesinas andaluzas. Alianza Editorial. Madrid.

ESCALERA REYES, F.J.
1997 “La comarca como espacio social e identitario” en “El siglo que viene Revista de Cultura.” Sevilla, pp. 40-45.


FOSTER, G.
2002 La cultura tradicional en España y América. Signatura Demos. Sevilla.

jueves, 10 de mayo de 2012

El Andévalo: Una Mirada Desde La Antropología. 2ª parte

Una de las consecuencias más evidentes de la posición fronteriza es el desarrollo de la actividad contrabandista. Basta con ver un mapa de la zona y comprobar los topónimos con nombres alusivos a esta actividad para comprender su importancia económica. Los habitantes de un lado y otro de la raya han evitado, siempre que han podido, los controles aduaneros para obtener el máximo beneficio de sus intercambios. Esta ocupación ha sido constante desde finales de la Edad Media, cambiando su intensidad y los productos con los que se comerciaba. Unas veces fue ganado, otras la sal, el café, el tabaco... El contrabando permitió las relaciones entre una parte y otra de la raya, hizo posible la subsistencia de muchos jornaleros convertidos en mochileros en momentos de gran penuria económica, pero, también, generó algunas importantes fortunas de esta comarca.
El caballo, elemento característico de los rituales festivos de esta región, está relacionado con el contrabando y la tradición arriera. El Andévalo se suele identificar como tierra de caballistas. Este animal, presente en muchas otras fiestas andaluzas, aquí cobra un protagonismo especial, hasta el punto de convertirse, junto con la imagen religiosa, en el componente central de muchas fiestas. En algunas poblaciones, como La Puebla de Guzmán, el caballo se encuentra entre los principales marcadores de la identidad local; este pueblo tiene acreditada fama de ser la localidad con más caballos, con más afición por este animal, donde se monta a más temprana edad y donde están los mejores jinetes de la comarca. Los tiempos de la fiesta están separados por el desfile de la caballería.
El folclore local está muy influenciado por contrabando, la literatura popular de estas tierras lo tiene como un tema central, plasmado en canciones, fandangos o tonás. Existe una literatura épica donde el contrabandista es un personaje heroico que recorre con su montura las sierras desafiando las inclemencias meteorológicas y los controles fronterizos:
Grandes tormentas de mayo
por aquella serranía;
yo he visto la luz del rayo,
de contrabando venía
a lomos de mi caballo.
Pero también hay una lírica del contrabando que refleja el sufrimiento de los hombres y mujeres que empujados por la necesidad tuvieron que buscarse la vida en esta actividad; fandangos que hablan de tiros, de muerte, de sufrimiento, de peligros y de crecidas del Chanza:
Ayúdame compañero,
los dos venimos“herios”
nos tiró un carabinero
al atravesar el río;
cura a mi jaca primero.
Las fiestas en numerosas ocasiones reflejan simbólicamente los conflictos en las relaciones fronterizas. Por ejemplo, la romería de San Benito en El Cerro de Andévalo se celebra para conmemorar que las tropas lusas, durante la Guerra de Independencia Portuguesa, en el siglo XVII, no entraron en el pueblo, como sucedió en Cabezas Rubias. La Misa de la Paz en El Almendro y Villa nueva de los Castillejos, conmemora la paz entre España y Portugal a principio del XVIII. Otras veces, los rituales festivos nos muestran vínculos mucho más cordiales. Ha sido frecuente la presencia de vecinos portugueses en las celebraciones andevaleñas, como meros espectadores o, también, como participantes activos. En distintos rituales encontramos elementos lusos, así en las fiestas de El Puerto de la Laja o en la celebración de San Antonio en la Minas de La Isabel se podían escuchar acordeones y corridiños portugueses. Bandas de música del otro lado de la raya han sido habituales en celebraciones patronales. Igualmente, de influjo portugués son los denominados mastros (1), que tienen lugar en varios pueblos de la zona occidental, como El Granado.
(1) Es una palabra portuguesa que significa palo. Esta fiesta es equivalente a los pirulitos o pinos de otras localidades. Se suele celebrar entre San Juan y San Pedro. Encontramos mastros en Villanueva de los Castillejos, El Almendro y El Granado.
Entre los principales ejes que articulan El Andévalo está la vía que va de norte a sur, desde Rosal de la Frontera hasta Villanueva de los Castillejos, enlazando con la carretera Sevilla-Lisboa que atraviesa la Sierra. Por el Sur, se prolonga en dirección Ayamonte, Cartaya y Lepe. Esta ruta ha sido la más usada para el comercio comarcal, han permitido las transacciones con la Costa, la Sierra y Extremadura. A través de esta vía llegaron, desde Extremadura y Castilla, trajineros, especialmente tratantes de ganados, por eso la influencia extremeña es palpable en muchos pueblos. Estos influjos no vinieron únicamente de la mano de comerciantes sino también es producto de migraciones y asentamientos de extremeños procedentes de los pueblos del sur de Badajoz. En las dos primeras décadas del siglo XX observamos que un nutrido grupo de campesinos compraran propiedades en El Andévalo y se instalarán definitivamente, trayendo a sus familiares e, incluso, a trabajadores de su tierra. Genéricamente, en muchas localidades a esta población, que mantuvo durante un tiempo un cierto grado de endogamia, se les conoce como oliveños, en alusión al origen de una parte de ellos, Oliva de la Frontera en Badajoz. La influencia extremeña es patente sobre todo en la chacina, introdujeron formas nuevas de elaboración de productos de las matanzas y, en general, son altamente apreciados por su saber en este campo.
Los contactos con la costa también han sido frecuentes, especialmente en los pueblos del sur de la comarca. Del litoral llegaba el pescado que complementaba la dieta de los campesinos y en la costa se embarcaba parte de la producción agrícola y ganadera de El Andévalo. Durante siglos, arrieros de La Puebla de Guzmán han transportado hasta los pueblos del litoral onubense y Cádiz, jamones y embutidos, que eran enviados al continente americano. Desde poblaciones como El Almendro y Villanueva de los Castillejos, hasta mediados del XIX, se exportaba hasta Sevilla la cera de sus colmenas. Una vía de comunicación alternativa la han tenido los habitantes de Sanlúcar de Guadiana, utilizado el río como medio para salir de su aislamiento. El Guadiana, navegable desde la desembocadura, en Ayamonte, hasta Mértola, en Portugal, ha permitido la llegada al pueblo de mercancías desde el litoral y la salida de los excedentes agrarios de sus huertas y su producción artesanal. Durante años ha existido un trueque entre Sanlúcar de Guadiana y Ayamonte, los sanluqueños cambiaban canastas fabricadas con las cañas que crecen en la ribera del río, que eran utilizadas para el transporte de sal y pescado, por sardinas saladas.
II. “Una región arcaica”
Calañas ya no es Calañas
que es un segundo Madrid.
Quién no ha visto por Calañas
pasar el ferrocarril
a las dos de la mañana
Mientras que algunas zonas de la provincia se identifican en los discursos con un paisaje, como ocurre con la Sierra, o con una actividad económica, como sucede con la Cuenca Minera, es significativo que la comarca de El Andévalo se asocie a la idea de tradición. Se suele presentar como una región arcaica apegada a una cultura que se mantiene durante siglos sin variar. Es cierto que esta característica se utiliza a veces con un sentido positivo, para expresar su riqueza cultural pero, también, es verdad que con bastante frecuencia este rasgo tiene una carga peyorativa, se emplea para explicar y justificar el estancamiento de estas tierras.
En ocasiones, leyendo algunas noticias sobre esta comarca uno tiene la impresión que estamos ante una tierra repoblada por castellanos en el siglo XIII y que desde entonces nada ha sucedido, todo sigue igual. Desde mi punto de vista, hay una cierta obsesión por buscar raíces medievales-castellanas a todo lo que se encuentra en esta región.
Como ejemplo nos pueden servir las danzas andevaleñas. En casi todos los escritos que he podido leer, independientemente que sean de periodistas, curiosos o investigadores de distintas disciplinas, estas danzas se suelen presentar como una pervivencia medieval de la repoblación. Pocos se han preocupado de estudiar cuál ha sido su evolución, qué papel han jugado en los pueblos o por qué se han mantenido hasta nuestros días; en cambio, son muchos más los que se afanan en buscar raíces ancestrales. Creemos que no es necesario remontarse a la Edad Media para buscar el origen de estos bailes. Tal como señala Caro Baraja, hasta el siglo XVIII, estas danzas eran comunes no sólo en El Andévalo sino también en casi toda España e, incluso, en buena parte de Europa. En este sentido es llamativo el comentario de un trabajador inglés de unas mina onubense que, a finales del XIX, contempló la danza de espadas durante la romería de la Peña de La Puebla de Guzmán, se sorprendía que estos bailes fuesen muy parecidos a los que había visto ejecutar a los mineros de su pueblo en Gales donde, por cierto, nunca llegaron los repobladores castellanos.
Sé que para algunos la imagen romántica medieval de El Andévalo resulta muy atractiva, sin embargo, creo que tiene poco de real. El Andévalo desde la Edad Media, como no podía ser de otra forma, ha evolucionado mucho. Por sorprendente que pueda parecer, es imposible entender la evolución de esta tierra sin tener en cuenta los efectos sobre ella de la Revolución Industrial.
En la segunda mitad del XIX las principales potencias industriales europeas pusieron sus ojos en la riqueza minera de El Andévalo. Compañías francesas, inglesas y belgas desembarcan en Huelva y, aunque de una manera colonial, conectan estas tierras con la contemporaneidad.
Si bien el impacto de esta actividad fue menor que en la Cuenca Minera, sus efectos se dejaron sentir. La explotación de minas como Las Herrerías, Tharsis, La Zarza, El Perrunal, Sotiel... atrajo a trabajadores foráneos y con ellos llegaron a El Andévalo las ideologías obreras revolucionarias que se expandían por toda Europa. Díaz del Moral cita Alosno como una de las primeras agrupaciones anarquistas de España, que continuó en activo incluso después de las persecuciones que se produjeron en 1847, y Antonio M. Calero incluye a Alosno y Tharsis como poblaciones con sociedades adheridas a la AIT, entre 1871 y 1874, y a La Puebla de Guzmán, en 1882, como una localidad con una sociedad obrera incluida en la Federación de Trabajadores de la Región Española (FTRE), asociación que sucedió a la AIT. En este pueblo se creará, en 1906, el Casino Obrero de La Puebla de Guzmán. Esta ebullición revolucionaria debió de afectar a otras poblaciones ya que en toda la comarca hubo numerosas minas de pirita y manganeso en explotación.
Contrasta el aislamiento de esta zona con el hecho de que las primeras líneas férreas de la provincia se instalaron en esta comarca, a finales del XIX. Se trataba de líneas construidas por las empresas mineras francesas e inglesas, destinadas a dar salida al mineral hacia el río Guadiana y el puerto de Huelva. Resulta significativo que los ferrocarriles andevaleños sean anteriores a la línea férrea de la costa. En 1871, la compañía inglesa The Tharsis Sulphur & Copper Company Limited, inaugura la línea de ferrocarril que iba desde Tharsis a la ría del Odiel. En 1868 empezaba los primeros tramos de la línea entre El Buitrón y San Juan del Puerto. En 1888, se construyó el ferrocarril, que transportaba pirita y manganeso desde las minas de Bede, Herrerías, Cabezas del Pasto, La Laja, Romanera, Sardón y Guadiana, hasta El Puerto de La Laja, un descargadero a orillas del Guadiana.
Minas, movimiento obrero y ferrocarril no fueron los únicos elementos de la contemporaneidad que aparecen tempranamente en El Andévalo. Un icono de nuestros tiempos, el fútbol, se asomó muy pronto a los pueblos andevaleños. Aunque no está documentado, es más que probable que en las poblaciones con minas se practicara este deporte a finales del XIX. En una entrevista de 1933 en el Diario de Huelva a un vecino de Riotinto de origen inglés, Daniel Young, uno de los primeros practicantes de este deporte en esta provincia, cuenta como un año después de su llegada a Huelva, en 1881, se organizó el primer equipo de fútbol en Riotinto que jugaba “contra otro equipo que se formaba en Huelva, compuesto por ingleses residentes allí y otros que llegaban de Tharsis y otras minas cercanas (2)
(2) Citado por José Sánchez Barbero, El fútbol en Valverde del Camino. 2004

En 1925 se fundará en Valverde del Camino, La Olímpica Valverdeña y, en 1926, el Club Deportivo de Las Herrerías.
Asociado a la minería, a finales del XIX, llegará a El Andévalo una música que se extendía en esos momentos por toda Andalucía, el flamenco. Este género provocó una revolución musical ya que transformó la música popular de la zona. Los fandangos tradicionales muy pronto se aflamencaron dando lugar al que se denomina genéricamente como fandangos de Huelva, que tiene en los pueblos de El Andévalo los principales focos creadores. Las raíces de estos fandangos pueden ser muy antiguas pero al igual que el resto del flamenco, es una música contemporánea. Tal como cuenta Fernando el de Triana los focos mineros eran centros atracción para los cantaores de flamenco, este hecho tendrá sus consecuencias para los fandangos locales:
“Era un segundo sábado del mes y, como todos los meses, en ese mismo día hacía mi viaje al pueblo de Alosno (cuna gloriosa del fandango), porque en esa fecha se efectuaba el pago en la mina de Tharsis, y en los días siguientes se tiraba dinero como tierra en el pueblo alosnero” (Triana, 1986:80)
A principios del siglo XX los principales cantaores flamencos ya han incorporado a su repertorio los fandangos de Huelva. En 1917, con la guitarra de Currito de la Jeroma, La Niña de los Peines grabó en el sello Odeón bajo el nombre de Fandanguillo de Alonso unas letras tradicionales de la comarca:
Cabezas Rubias y El Cerro
tienen los pastos comunes,
y yo los tengo contigo
sábado, domingo y lunes
 Como vemos, El Andévalo ocupa un lugar destacado en la geografía del cante.
Continuará…

jueves, 3 de mayo de 2012

El Andévalo: Una Mirada Desde La Antropología

Esta fue una de las ponencias presentadas en la I Jornadas sobre el Andévalo. Por su interés la reproducimos aquí, aunque en varias entregas, dada su extensión.
                         ******
Rafael Cáceres Feria.
Universidad Pablo de Olavide (Sevilla)
Diciembre de 1949, dos jóvenes antropólogos, Julio Caro Baroja, director del Museo Pueblo Español y George Foster, director del Instituto de Antropología Social del Smithsonian en Washington, se adentran en El Andévalo procedente del Condado. En plena posguerra y en uno de los períodos más secos del siglo XX, se desplazan por tierras andevaleñas desde Valverde del Camino hasta El Alosno. Caro Baroja acompaña a Foster por Andalucía en un proyecto de recogida de da­tos para comparar las culturas española e hispanoamericanas. Esta corta visita, apenas unos días, les resultó tan atractiva que decidieron volver al año siguiente. En la primavera de 1950, presenciarán la romería de San Benito en El Cerro, la romería de la Virgen de la Peña en La Puebla de Guzmán y las Cruces de Alosno. Sorprendentemente la imagen que tanto uno como otro plasmarán en sus escritos difiere mucho del dibujo que hasta entonces se solía hacer de esta comarca. No la presentan como una tierra pobre y estéril, la tierra que según la leyenda había sido creada por el diablo, sino como un área con una cultura rica y fértil. La mirada de estos antropólogos no se dirigió únicamente hacia los aspectos socioeconómicos sino que se posó sobre una cultura que hasta entonces a nadie había interesado.
En muchas de las obras de Caro Baroja aparecen detalladas descripcio­nes de esta comarca que tanto le impresionó tal como queda reflejado en sus memorias familiares:
“Varios apuntes tomé en Rociana el 30 de noviembre, antes de salir rum­bo al Cerro del Andévalo, donde nos asentamos el 1 de diciembre, a don­de volvimos en la primavera y donde conservo buenos amigos (...) La provincia de Huelva hace veinte años era un tesoro desconocido, y El Cerro, uno de los pueblos más curiosos, no sólo de la provincia, sino de toda Andalucía. Las casas, el mobiliario, los trajes y joyas conservados
 (...). Algo castellano-leonés de un lado, influjo portugués de otro, muy espe­cíficamente andaluz. (...) Hacer la visita a Alosno y a La Puebla de Guzmán otros dos pueblos de los que siempre me acordaré por motivos parecidos y a los que también volvimos Foster y yo por primavera. Cada uno, con ser vecinos, tiene una fisonomía distinta. El Cerro, más severa; más serrana la de la Puebla, más andaluza de llano la del Alosno”. (Caro Baroja, 1972:47)
En su obra La estación del amor dirá:
“Personalmente he tenido la ocasión de asistir a varias fiestas de la Cruz. Pero la que ha quedado más grabada en mi memoria es la que vi el 3 de mayo de 1950 en El Alosno, pueblo conocido de la provincia de Huelva" (Caro Baroja, 1979:.87-88).
También en el trabajo de Foster La cultura tradicional en España y Améri­ca, El Andévalo estará presente.
He comenzado mi Intervención refiriéndome a este viaje pues considero que tuvo una gran trascendencia, supuso el descubrimiento de El Andévalo para la Antropología. La revalorización de una tierra olvidada a la que muy pocas ve­ces se le había prestado atención.
Agosto de 1991, varios antropólogos recién licenciados, entre los que me encontraba, recalamos en Villanueva de los Castillejos y El Almendro. Nos dis­poníamos a comenzar el que sería nuestro primer trabajo de campo, una inves­tigación que se centraba en las relaciones fronterizas hispano-portuguesas en Andalucía, dirigida por el catedrático de antropología de la Universidad de Se­villa, Isidoro Moreno Navarro. Debo reconocer que, en un principio, El Andévalo no me fascinó como a Caro Baroja, más bien, al contrario, me chocó. Aunque soy de una localidad no muy lejana, lo que veía me resultaba distinto, el paisaje, los pueblos, el habla..., digamos que un tanto sobrio. Durante los cerca de dos años que recorrimos estas tierras mi visión fue cambiando radicalmente. Cuando me marché me di cuenta la atracción que ejercía sobre mí esta comarca, por eso, quince años más tarde, volví para realizar una investigación que sería mi tesis doctoral. El tiempo que he pasado en El Andévalo he tratado de profundizar y reflexionar sobre la idiosincrasia de esta región, de averiguar cuáles son las peculiaridades de El Andévalo y qué rasgos culturales definen esta comarca.
¿Cuáles son las peculiaridades de El Andévalo? ¿Qué rasgos culturales definen esta comarca?
Para un antropólogo por muy especialista que sea en estudiar la cultura no es fácil responder a estas preguntas. Tratar de definir a un colectivo humano, en este caso una comarca, a través de un conjunto de rasgos culturales, desde mi punto de vista, tiene poco sentido. Definir El Andévalo con fandangos, danzas rituales masculinas, aguardiente, romerías o caballos, es una simplificación que termina por dar visión folklórica de la realidad. Por supuesto que algunos de esos rasgos son muy importantes en su identidad pero por sí solos no bastan para caracterizarla.
Por este motivo más que hablar de esos rasgos culturales trataré de expli­car de dónde deriva la personalidad de estas tierras, cuáles son los factores que la han hecho distinta de las comarcas limítrofes de la Cuenca Minera, la Sierra o la Costa.
Sobre El Andévalo se ha escrito poco y, en general, desde mi punto de vista, con escasa precisión. Como ocurre con casi todo lo desconocido, abundan los tópicos y los lugares comunes.
Las características más utilizadas para presentar estas tierras son el aisla­miento, el arcaísmo de sus costumbres y su carácter ganadero. A partir de estos tres rasgos, que podría ser más, organizaré mi exposición, tratando sino de des­mentir algunos de ellos, al menos, sí de matizarlos. No es mi intención presentar una imagen exhaustiva, simplemente, apuntar algunas cuestiones sobre las que considero sería interesante reflexionar.

I. El Andévalo una comarca "aislada"
  
Por lo alto del Algarve
yo he visto salir el sol
no era el sol que era la luna
que el sol no sale tan tarde.
Yo he visto salir el sol.
Durante siglos El Andévalo ha presentado unas muy deficientes vías de comunicación e, incluso, hoy día que han mejorado, siguen mostrando serias carencias, sobre todo si lo comparamos con otras áreas de la provincia que han visto modernizar en las últimas décadas sus infraestructuras viarias. Este hecho incuestionable se ha utilizado y se utiliza para presentar la imagen de una re­gión replegada sobre sí misma, donde no llegan ningún tipo de influjos externos. Conviene precisar que malas comunicaciones no significa un aislamiento total. Desde finales de la Edad Media esta comarca ha tenido numerosos contactos con otras zonas de las que han llegado influencias que todavía son palpables. No debemos perder de vistas que El Andévalo ha sido una tierra de arrieros que se ocupaban de vender fuera la producción de la comarca y de abastecerla con productos foráneos. A través de estos arrieros han sido muchas los influjos que llegaron del exterior.
La posición fronteriza es un rasgo que ha configurado profundamente la personalidad de esta comarca. Las tierras del Andévalo Occidental limitan con las regiones portuguesas del Algarve, por el sur, y el Alentejo, por el norte. Para poder entender muchas de las características del área, hay que tener presente esta posición limítrofe. La Raya de Portugal ha marcado la vida de los andevaleños a lo largo de su historia y ha sido una fuente de conflicto, pero, también, de relaciones y de recursos económicos. Guerras estatales y razias se entremez­clan con contrabando, comercio, fiestas compartidas y relaciones vecinales. La frontera ha vinculado de un modo particular y complejo estas regiones y, lejos de la idea que existe fuera de la zona, a nivel local, no ha sido nunca un muro impermeable entre España y Portugal, sino que ha permitido y, en ocasiones, incentivado, los vínculos entre poblaciones de un lado y otro de la raya.
Durante siglos la falta de vías de comunicación de la comarca con el resto de la provincia llevó a los pueblos de El Andévalo a orientar sus relaciones ha­cia Portugal. La mayor influencia portuguesa no depende exclusivamente de la proximidad a la raya. Así, por ejemplo, factores socioeconómicos explican que pueblos alejados de la línea fronteriza, como es El Alosno, tuvieran más contac­to con Portugal a través del contrabando que otras poblaciones situadas en la misma frontera.
La influencia portuguesa lo permea todo en esta comarca: el habla, la gastronomía, la arquitectura, las costumbres....
Desde la fijación de este límite estatal, a finales del siglo XIII, se han pro­ducido continuos trasvases poblacionales de un lado al otro de la raya. Depen­diendo de las circunstancias del momento, la población se ha movido en una dirección o en otra. Motivos económicos, pero también políticos, explican estas migraciones. A partir de los años veinte del siglo pasado observamos sucesivas oleadas portuguesa que se asientan de manera permanente. Las consecuencias son palpables, se generan relaciones de amistad y parentesco, y se producen numerosos matrimonios mixtos. No hay municipio donde no haya vecinos portu­gueses, y es fácil encontrar muchas familias con antepasados lusos. 

Continuará…