Este es el artículo que envió a la prensa de Huelva nuestro amigo Agustín. Aquí os lo dejamos.
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Quizás la democracia española se diseñó como un teatro de guiñol en donde el público puede ver el escenario, ver a los guiñoles y escuchar a los actores, incluso aplaudir o abuchear al Director, pero que ni sabe quién es el autor del libreto que se representa, ni tampoco conoce a quienes mueven los hilos detrás de la cortina.
Según parece, los métodos de colonización mental utilizados durante 30 años para extender la pandemia de la estupidez desde la televisión y principalmente desde el laboratorio para la experimentación psicológica con los jóvenes que conocemos como Sistema Educativo, tampoco permite comprender al gran público el trágico golpe social que se desarrolla sobre el escenario.
Por eso digo que no deberían preocuparnos tanto los recortes que puedan producirse en educación como el proyecto perverso que esconde un sistema que, no olvidemos, es obligatorio. Que, atentos, interviene, forma y educa a todos nuestros niños y jóvenes.
Con los resultados de Andalucía en la mano, de haber una Comunidad Académica honesta y una Sociedad Civil dignamente en pié, hace mucho que estarían alertando y combatiendo esa realidad, y no otras cuestiones menores intencionadamente sobredimensionadas.
Lo importante para llegar a una sociedad verdaderamente evolucionada no son tres interinos más o menos, sino resolver el jibarismo mental que estamos padeciendo, la obviedad de que la educación es una gigantesca máquina de adoctrinamiento encargada de proveer al sistema de ignorantes que protejan el orden social establecido.
Mientras la ciudadanía sea condicionada por importantes dosis de tranquilizadora desinformación preparada con el propósito de evitar que sepa demasiado, mientras que se utilice la educación para alargar indefinidamente la madurez mental de la niñez, la amenaza contra las estructuras de poder no existirán y podrán dormir tranquilos los responsables, pero España tendrá los días contados.
El camino que debemos marcarnos entre todos, y principalmente quienes tengan la responsabilidad de iniciar las urgentes reformas que necesita éste país es, sobre todo, el de terminar con la atrofia intelectual inducida que nos han impuesto; con la propaganda que puede hacer que una masa estúpida y peligrosa extienda el desorden y haga de la violencia sus señas de identidad si así se lo sugieren sus programadores.
Se necesitarán años de educación intelectual y ética en la buena dirección para restaurar el grave deterioro que han infringido a tantas generaciones. Años de formación y educación orientada a dotar de vida mental a las personas, del respeto a las normas, al esfuerzo y al trabajo productivo, no a la ausencia de éstos. Debe protegerse al verdaderamente débil, sí. Hay que mantener el estado de bienestar, también. Pero hay que dejar caer a quienes solo esperan ser tutelados, subvencionados y vivir ociosos mientras se desintegran moralmente por haber sido educadas solamente en el cultivo del placer y la autocomplacencia.
Indignados estamos muchos. Cada vez hay más ciudadanos responsables, también docentes, jueces y policías, que ya no se creen que lo que pasa en las aulas o en las calles ocurre porque sí. Muchos nos preguntamos si éste desorden y falta de autoridad solo persigue que pidamos a gritos la vuelta al autoritarismo. Conmigo que no cuenten, pero no sería extraño que fabricar masivamente a estúpidos sin esperanza campando incontrolados por las calles, en un contexto de gran depresión como el actual, sea la antesala de alguna atrocidad que nos tengan preparada.