viernes, 3 de septiembre de 2010

AQUELLOS VERANOS

De nuevo con todos vosotros. Aunque para algunos las vacaciones duran ya demasiado tiempo porque son obligatorias, otros tenemos la suerte de volver al trabajo después de vacaciones.

Este pasado mes de Agosto hemos tenido días de calor sofocante, lo que ha contribuido a masivas afluencias a piscinas y playas. Pero, al parecer, provistos de bocadillos o con la comida y bebida a cuestas; pues según se nos quejaban en un chiringuito playero, no han servido tantas comidas como era de prever, porque las familias han cargado con nevera a pasar un día de playa, y se han acercado menos que el año pasado a consumir en el Bar.

Otro recurso al que se abonan muchas familias, principalmente de los pueblos, es a disponer de una piscina portátil. Así se refuerzan lazos familiares, acudiendo hijos y nietos a visitar a los abuelos y parientes. Todo esto, moderno y de consumo, dista mucho de otros veranos algo lejanos, cuando se mitigaba el calor introduciéndose en una panera o un barreño que nuestras madres habían llenado acarreando agua desde el grifo más cercano. Y es que no disponíamos de agua corriente en las casas, aunque por el contrario el consumo fuera gratis. Otras veces nos ponían directamente debajo del grifo. Pero esto último había que hacerlo con mucho cuidado, pues las tuberías de hierro que conducían el agua, al estar al descubierto, si te caía directamente podía desollarte.


También acudíamos a remojarnos a los barrancos cercanos, donde el agua retenida en algunos charcos del “Cascabelero” nos parecían autenticas piscinas. Eso sí, tenias que meterte al agua con las sandalias so peligro de machacarte algún pie.




Otro lugar de baño era el dique Pino, que por la orilla frente al muro asemejaba la orilla de una playa. Aunque después de chapotear se convirtiera en un “fanguizal”. Algunos, más atrevidos, hasta se llegaban al Lagunazo para bañarse, pero la verdad es que la caminata disuadía un poco, a no ser que tuvieras una bici.





Pero de lo que teníamos que protegernos en un tiempo, es que nuestra madre no descubriera que nos habíamos estado bañando, porque la bronca y el alpargatazo eran seguros. Así nos ocupábamos de secarnos la ropa, de peinarnos para camuflar, y de inventarnos alguna excusa para responder el porqué no habíamos escuchado a nuestra madre gritar nuestro nombre a los cuatro vientos. Pero antes que pudiéramos decir alguna mentira ya nos había descubierto, pues el tiempo que habíamos pasado en el agua y tomando el sol lo reflejaban nuestras mejillas y nuestra nariz enrojecidas.

También se organizaban excursiones a Huelva en autobús, todos alegres y contentos a la ida, pero a la vuelta el autobús llegaba en silencio al pueblo, con los viajeros dormitando en los asientos. Otras veces se acudía a la Punta del Sebo, donde podías alquilar el bañador o tomar el transbordador hasta la Rábida. Y allí, cerca del monasterio, nos dedicábamos, con los que ya tenían experiencia, a buscar “paloduz”, la raíz del regaliz.



El verano también tenia sus canciones. Canciones que se componían para esa época. En los años 60–70 impensable no asociar la época estival con una canción, con un conjunto o solista. Grupos o cantantes como: el Dúo Dinámico, Los Brincos, Los Beatles, Los Javaloyas, Karina, Luís Aguilé, Bruno Lomas, o Georgie Dann, entre otros, nos hicieron más llevadera la canícula.

Os dejamos, no obstante, un éxito de 1970, de gratos recuerdos. Hasta el próximo viernes.



















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