martes, 5 de mayo de 2009

DÍA MUNDIAL DE LA LIBERTAD DE PRENSA



Hablar estos días, aunque poco, de esta conmemoración instaurada por la ONU en 1993, parece que nos otorga el marchamo de mundo civilizado y libre. Se declaran violaciones a esta libertad, pero alejadas de nuestra fronteras, o cometidas por nuestros enemigos políticos. Nosotros a salvo de todo, inmaculados y libres. Pero la realidad, aunque no se quiera mencionar, dista mucho de ser tan optimista.
No solo se atenta contra la libertad de prensa cerrando un periódico, despidiendo a un periodista, o vetando noticias que no interesan. El atentado más grande contra esta libertad nace en nuestras conciencias, en la de tantos periodistas que se imponen una autocensura para no hablar, ni siquiera lejanamente, de lo que molesta al patrón. En la de tantos ciudadanos que asienten y callan a cambio de una prebenda de cualquier poder. En la miseria moral que cómo bola de nieve arrastra todo y todos tan felices.
Esta práctica de no disgustar a quien te paga las habichuelas puede resultar comprensible, pero el dilema está que en el plato ingieres también tu dignidad, tu vergüenza. Y cuando sabes que no hay otra opción porque el páramo no ofrece ninguna otra sombra, entonces estamos en camino del día mundial de la propaganda.
Si en otros países parecen ir por los mismos derroteros, da que pensar que en esta parte de nuestro mundo somos más solícitos en agradar al Jefe antes que mandarlo a hacer gárgaras. En hacer de saltimbanquis por imperativos de la Redacción sin importarnos el ridículo.
Pero tan escandaloso que a los periodistas les ordenen cantar la Traviata, lo es el plegamiento de los medios al poder. Que todos los medios estén penetrados de alguna u otra forma: permisos, licencias, consejos, redacción. Que la propaganda institucional; la que sale de nuestros impuestos y que el Gobierno reparte graciosamente entre sus afines, obra milagros: para hundir una cabecera, un programa, o para mantenerlo aunque sea una ruina.
¿Y qué nos importa esto a nosotros, andaluces? Pues nada, porque aquí la palma se la lleva la TV, que nos meten contenido y adoctrinamiento y parece sino que nos de placer.
Como dijo Humphrey Bogart: Siempre nos quedará París, o sea Internet. (Mientras ZP y la Sinde no lo prohíban)

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